SAN PABLO, PROPAGADOR DEL CRISTIANISMO
Saulo, el futuro San Pablo, nacido en Tarso de Cilicia, hacia el año 8 de la Era Cristiana, pertenecía a una familia judía de la diáspora o dispersión y, como tal, estaba sólidamente formado en la Ley judaica. Pronto pasó Saulo a Jerusalén, a completar su educación rabínica, y su maestro fue el más autorizado rabino de entonces, Gamaliel el Viejo. Su gran talento le afianzó rápidamente en los principios de la Ley antigua, que cita constantemente de memoria y con gran exactitud. Su carácter impetuoso lo hace defensor de la Ley y tradiciones ancestrales.
En las sinagogas de Cilicia debió de conocer la doctrina de la nueva fe cristiana, por la predicación de San Esteban, y su celo e impetuosidad le llevaron a unirse a los perseguidores de ello, convencido de que defendía la causa de Dios.
"Yo perseguí de muerte -nos dice él mismo- a los seguidores de esta nueva doctrina, aprisionando y metiendo en la cárcel a hombres y mujeres".
Y cuando estalló el motín que costó la vida a San Esteban, Pablo evidentemente tomó parte activa en él, ya que los verdugos dejan las vestiduras ante sus ojos: "Y depositaron las vestiduras delante de un mancebo llamado Saulo", (Hech 7, 54-60)
Por aquel tiempo se había ya constituido en Damasco un grupo importante de la nueva comunidad cristiana, del que pronto tuvo noticia Pablo, que contaba por entonces unos veintiséis años de edad. Con su afán de exterminio pidió al príncipe de los sacerdotes unas cartas de presentación para Damasco, a fin de apresar a los adeptos de la nueva fe. Mas todo había de suceder de muy distinta manera...Obtenidas las cartas, Pablo y sus compañeros van Damasco
1 Saulo, que todavía respiraba amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, se presentó al Sumo Sacerdote 2 y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de traer encadenados a Jerusalén a los seguidores del Camino del Señor que encontrara, hombres o mujeres.
3 Y mientras iba caminando, al acercarse a
Damasco, una luz que venía del cielo lo envolvió de improviso con su resplandor.
4 Y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?".
5 Él preguntó: "¿Quién eres tú, Señor?". "Yo soy Jesús, a quien tú persigues, le respondió la voz.
6 Ahora levántate, y entra en la ciudad: allí te dirán qué debes hacer".
7 Los que lo acompañaban quedaron sin palabra, porque oían la voz, pero no veían a nadie.
8 Saulo se levantó del suelo y, aunque tenía los ojos abiertos, no veía nada. Lo tomaron de la mano y lo llevaron a Damasco.
9 Allí estuvo tres días sin ver, y sin comer ni beber.
Recobrada milagrosamente la vista, se retiró a la Arabia por un tiempo, y allí, antes de volver a Damasco, permaneció entregado a la oración y en trato íntimo con el Señor. Regresó luego a la ciudad, entrando de lleno en su función de apóstol y en su gran labor evangelizadora.
Su vida apostólica es una cadena de persecuciones, de grandes dificultades; pero, al mismo tiempo, de grandes triunfos para la causa cristiana.
Pablo trabajó con ahínco, primero como subordinado, junto a los demás propagadores. Pronto sus grandes cualidades de organizador, su talento, su energía y férrea voluntad; su gran capacidad, en fin, para el apostolado y su extenso conocimiento de la Ley, junto a su cultura helenista, así como su habilidad para comunicar a otros su pensamiento, le destacarán entre todos. A esto hay que añadir el impulso interior que empujaba a aquel carácter ardiente a entregarse totalmente a la conversión, no sólo de los judíos, sino de todos los pueblos gentiles adonde pudiera llevar su palabra.
Viajó sin descanso de una parte a otra del mundo romano, solo o acompañado, sembrando por doquier la fecunda semilla de la fe en Cristo Jesús.
El celo y la actividad apostólica de San Pablo no disminuyeron con los años. Unos veinticinco duraron sus asombrosas y eficaces campañas. Y jamás cediendo al cansancio, siempre con renovadas energías.
Después de un quinquenio preliminar en las cercanías de Jerusalén y Damasco, se lanza a través de Asia, por sendas desconocidas, juntamente con su amigo Bernabé, organizando iglesias, luchando con judíos y gentiles...
Pocos años más tarde, visitará esas iglesias, en la que se llama su segunda misión o segundo gran viaje, entre el año 52 y el 55 de la Era Cristiana. En el decurso del mismo, su figura va agrandándose muy visiblemente, su empresa se hace cada día más vasta.
Con dos o tres compañeros, o una pequeña escolta, y otras veces solo, se interna Pablo muy adentro del inmenso imperio de los ídolos, sin dejar de tomar contacto con colonias hebreas fanáticas y rencorosas.
Predica en las plazas, en los anfiteatros, en las sinagogas, y mientras unos se hacen discípulos suyos, otros se amotinan, le maldicen y le apedrean. La persecución acrece su vigor, la contradicción exalta su fe en la victoria.
Completada la evangelización de la Galacia, sigue hacia Occidente y llega a Tróada. Allí la voz del Espíritu Santo le habla por medio de un macedonio que se le aparece en sueños y le dice: "Ven a mi país".
A los pocos días embarcaba para Filipos, el primer suelo europeo que enrojece con su sangre. En efecto, irritados ciertos elementos por el éxito de su predicación -la población estaba formada en parte por una colonia de veteranos romanos-, se lanzaron un día sobre él y le arrastraron ante el tribunal de la ciudad, diciendo: "Este judío alborota al pueblo y propaga costumbres que no podemos aceptar los romanos".
Pablo y sus compañeros sufrieron el tormento de la flagelación y fueron arrojados a un oscuro calabozo.
El carcelero les oyó cantar, vio una luz que inundaba la prisión, sintió el ruido de las cadenas que caían rotas. Compasivo, trajo comida a sus presos. Creyó. Luego fue bautizado... Y al día siguiente les transmitió una orden de sus jefes: "Salid y marchad en paz".
Predica Pablo en Tesalónica, capital de la región, centro de confluencia de ideas religiosas y de tráfico mercantil. Logra conversiones importantes y deja establecida una comunidad, que pronto será iglesia floreciente. Como siempre, los judaizantes soliviantan al
pueblo contra él, atentan contra su vida, y se ve obligado a fugarse.
¿A dónde irá? Los "Hechos de los Apóstoles" dicen enigmáticamente: "Los que le guiaban le llevaron hasta Atenas". En realidad, sus guías no fueron nunca otros que los impulsos del divino Espíritu. Empresa atrevida la visita de Atenas, centro del saber y el arte de la época...
Su breve y famosa estancia, son episodios asaz conocidos se le permitió que disertase en el foro y en el Areópago o senado de los sabios. El discurso memorable que a éstos dirigió nos ha sido conservado por San Lucas, en los "Hechos".
Tomando pie de la idea del "Dios desconocido" al que había visto dedicada un altar, el Apóstol les habla del Dios único, que ha creado todas las cosas, que nos ha redimido y que un día resucitará nuestra carne.
Al hablar de la resurrección de los muertos, fue interrumpido por gritos, murmullos obstructivos y carcajadas.
Muchos oyentes abandonaron el local; otros se acercaron al orador para decirle: "Basta por hoy; otro día nos hablarás de estas cosas". Pero algunos creyeron, entre ellos "Dionisio el Areopagita".
Al salir Pablo de Atenas, con tristeza por los pocos adeptos conseguidos, pero con la inquebrantable esperanza de que la siembra esparcida había de fructificar en el futuro, encaminóse a Corinto, donde residiría más de un año y medio. Mucho había que trabajar en la gran ciudad del estrecho, sensual, inquieta, cosmopolita. Sin embargo, confiaba el Apóstol en que su frivolidad ofrecería menos resistencia a la levadura evangélica que el orgullo de los que presumían de eruditos. Y no se equivocó. Buscó el medio de ganarse el pan con el ejercicio de su oficio de constructor de tiendas. Un fabricante le tomó enseguida a su servicio. Y pronto también, alternándolo con el trabajo material, pudo desplegar su trabajo apostólico. Dialogaba con muchos, persuadía a no pocos.
Cada sábado disputaba en la sinagoga. Durante dieciocho meses no cesó de predicar, de discutir, de bautizar... Y había reunido ya una iglesia numerosa, cuando, como de costumbre, manifestóse y estalló el odio de los judíos que, no atreviéndose a darle muerte, le llevaron a los tribunales como innovador. El procónsul Galión no quiso discutir sobre asuntos de doctrinas y arrojó de su presencia a los acusadores y al acusado.
Regresa entonces Pablo a Jerusalén. Tenía ansias de visitar las iglesias de Palestina, donde los judaizantes habían intrigado, sin descanso, durante tos tres años de ese su segundo viaje.
Su misión tercera se desarrolla entre los años 55 y 59. El cuartel central de su campaña es, durante más de dos años, la ciudad de Éfeso, la gran metrópoli del Asia Menor, nudo de todas las comunicaciones orientales y occidentales, punto estratégico de primer orden para arrojar la semilla del Evangelio. "Una puerta grande se abre ante mí", había dicho él mismo. Empieza predicando en la sinagoga. Pero a los tres meses rompe con los judíos. Entonces alquila por dos horas diarias el liceo de un profesor de Filosofía, y allí instruye a sus oyentes predilectos.
Su apostolado se va desplegando, en público y de casa en casa, convenciendo a los paganos, animando a los fieles, exhortando a los judíos...
Estalla también allí, por fin, la algarada hebraico-gentílica contra el Apóstol. La promueven los profesionales de la magia, que tienen gran clientela en la ciudad; los orfebres, que dejaron de vender muchos objetos religiosos, sobre todo imágenes de la diosa Artemisa, patrona de la población; los díscolos, a los cuales ofende la predicación moralizante del enérgico forastero...
Pablo se escapa del tumulto como puede, ayudado de algunos fieles fervorosos. Ha dejado en Éfeso una importante comunidad, que posteriormente será dirigida por el Apóstol San Juan.
En el transcurso de los dos años siguientes, encontramos a San Pablo en Macedonia, en Grecia, especialmente en Corinto, donde permanece unos tres meses, y en Jerusalén, a donde regresó con motivo de las fiestas de Pentecostés del año 58. Allí los judíos del Asia Menor, que habían acudido a dichas fiestas, se amotinaron contra él, acusándole de predicar contra la Ley y contra el Templo.
Gracias al título de ciudadano romano, cuyos privilegios hizo valer, se libró de ser azotado; luego, después de dos años de estar preso en Cesarea, logró terminar su encarcelamiento apelando al César.
Fue trasladado a Roma. En la travesía naufragó la embarcación que le llevaba. No llegó a la capital del imperio hasta principios del año 61. Su proceso duró otros dos años. Durante este tiempo pudo morar en una casa alquilada, recibir muchas visitas, y entregarse por completo al ministerio de la palabra, convirtiendo a muchos gentiles. Por fin se pronunció sentencia absolutoria en la causa que se le seguía.
Entonces Pablo se aleja de Roma y es tradición -robustecida por sus propios escritos en que consigna sus planes de apostolado- que vino a España, donde permaneció una temporada.
Vuelve después a sufrir cautiverio en Roma, a fines del año 66, en plena persecución de Nerón. Se le encierra entonces en una prisión terrible, en la que se le condenó a una absoluta inactividad e incomunicación. Debió padecer muchísimo al encontrarse paralizado. Supo, no obstante, doblegarse a la voluntad del Señor, que le tenía destinado, como a Pedro, el Príncipe de los Apóstoles, a una muerte próxima.
Según la tradición más admitida, los dos fueron inmolados el mismo día, en el año 67; Pedro, crucificado cabeza abajo en la colina del Vaticano; Pablo, decapitado en la Vía Ostiense, en la llanura que la separa del Tíber.
La palabra y el ademán de Pablo, su vigor y fulgor místicos, subyugaban de una manera fulminante. Y fue incomparable la clara sutileza de su inteligencia.
Dialéctico formidable, no disputa por puro placer, sino para lanzar las almas a Dios. Ahí está su sublime originalidad. "Discurre de una manera violenta, rápida, intuitiva -ha dicho muy justamente un autor-; dramatiza sus argumentos, los deja sin completar, arrastrado por el torbellino de las ideas, y lo mismo sus premisas que sus conclusiones se nos presentan tumultuosamente y de improviso".
Todo ello comprobaremos si nos afectamos a la lectura de sus "Epístolas": cartas dirigidas a diversas iglesias y personalidades, en las cuales deja resueltos numerosos problemas y condensa toda la moral cristiana; en las cuales expone una teología cuya inmensidad no ha podido abarcar todavía ningún comentarista, una teología siempre precisa y nunca vacilante, "que nos lleva -como se ha dicho magníficamente- de misterio en misterio, de claridad en claridad, como reflejando en un espejo la gloria del Señor".
MISIÓN DEL CRISTIANO.
"¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!" (1 Cor 9, 16)
1.
Hay tres clases de hombres: los que observan las cosas que suceden; aquellos que piensan y reflexionan continuamente por qué suceden las cosas y, por último, aquellos que hacen que sucedan las cosas.
2. IDEAL/SUEÑO SUEÑO/IDEAL:
Cuando uno solo sueña, es sólo un sueño. Cuando son muchos los que sueñan, es el comienzo de la realidad.
(•LUTHER-KING)
3. MUNDO-NUEVO/CAMBIO: HAY QUE VENCER EL MIEDO AL CAMBIO.
Es preciso vencer el "miedo al cambio", y no dejarse intimidar por las amenazas de los dueños del dinero y rechazar las cobardes palabras de los compañeros que se asustan ante tales amenazas.
Debemos tener confianza en la fuerza del pueblo, confiar en que somos capaces de hacer un mañana mejor. Es preciso superar la falsa idea de que desagradamos a Dios si no aceptamos la sociedad actual, lo mismo que esa otra falsa idea de que Dios lo resolverá todo con tal de que tengamos confianza en él. Confiar en Dios significa reconocer que él está al frente de nosotros y que quiere que lleguemos a tener vida, y una "vida cada vez mejor"
(/Jn/10/10).
Es preciso hacer un mundo diferente. No sabemos bien aún cómo deberá ser. Pero desconfiamos del actual. Queremos un mundo en que los frutos del trabajo sean de todos. Un mundo en que se trabaje no para enriquecerse, sino para que todos tengan lo necesario para vivir. Queremos un mundo en que el dinero esté al
servicio de los hombres, y no los hombres al servicio del dinero. Queremos un mundo en el que todos puedan trabajar para todos, y no un mundo en el que cada cual se cuida solamente de lo suyo.
Por eso anhelamos un mundo en que haya un solo pueblo, sin esas divisiones de clase entre ricos y pobres. Un mundo en que todos hagan todo aquello que son capaces de hacer para el bien de todos.
Compromiso Apostólico (Actuar)
En este tema, el compromiso debe ir directamente dirigido a subrayar nuestra presencia en el mundo. Podemos comprometernos a buscar ocasiones para exponer la doctrina de la Iglesia en diversos temas, en el trabajo, con los familiares alejados, con los amigos. Un compromiso a largo plazo seria tomar parte activa en las asociaciones de padres de los colegios, de alumnos de las facultades o institutos, en los comités de empresa o sindicatos, en las organizaciones no gubernamentales, tratando siempre de "imbuir del espíritu evangélico" el lugar en el que Dios nos ha puesto, por muy contrario que parezca. Como compromiso de grupo, se podría organizar en la parroquia una representación o una exposición abiertas a todo el barrio, que dejaran traslucir el estilo de vida cristiano.
*El llamamiento de Jesús a evangelizar es claro y afecta a cada uno de sus discipulos: Mt 28, 16-20; Lc 9, 1-6; C 6, 7-13.
* Juan el Bautista es el primero que confiesa a Cristo: Jn 1, 29-34; Jn 3, 22-36; y no duda en ir al martirio por proclamar la verdad: Mt 14, 1-12.
* Jesús anuncia a sus discípulos las dificultades que tendrán a causa de su fe: Mt 10, 17-25.
* S. Pablo no se avergüenza de anunciar el Evangelio: Rom 1, 16-17; alaba al mensajero de la Buena Nueva: Rom 10, 14-15; aclara la verdadera misión de quien predica: 1 Cor 3, 5-17; 1 Cor 9, 15-23.
Jesucristo va más allá
Jesucrito, ayer, hoy y siempre. Esto no falla. El hombre desde los primeros tiempos en el Paraíso, se ha creido Dios, por eso pecó y continúa pecando. Nuestros primeros antepasados cuando tenían cualquier tipo de problemas acudían a Dios para que se le solucionasen sus problemas y todos los aspectos de su vida mejoraran.
Con el progreso de nuestros tiempos el hombre ha abandonado la oración y ha puesto toda sus esperanzas en la ciencia y en la tecnología. Ahora en esta era del post modernismo, el hombre está colocando todas sus esperanzas en las comunicaciones, en la Informática, en el Internet y ya más reciente en el clon, y así cada día saldrá algo nuevo que nos irá apartando cada vez más de nuestro Señor. El mundo debe darse cuenta que dios es Dios y Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre. Es la única verdad que nosotros los hombres tenemos en nuestras manos, pues las demás son verdades a media. Recordemos que Jesucristo es el tesoro más valioso que tenemos los creyentes y fomentemos esto a toda criatura.
Que su sí sea sí, y su no, no.Stgo 5, 12
J
esús nos llama a seguirlo. Nos llama a tomar nuestra cruz. Pero no nos llama de forma masiva, sino que nos llama de manera individual y por nuestro nombre. Tan es así que en Mc 1, 16-20, Él llega al Mar de Galilea y viendo a Simón y a su hermano Andrés y a los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, sólo les dice: "Síganme y yo los haré pescadores de hombres. Y de inmediato dejaron sus redes y le siguieron". Éste es el compromiso que Jesús nos pide: un compromiso de palabra, de confianza, de amistad, de amor.
¿Qué implica el dejar mis redes? ¿Es tan pesado el compromiso como para que abandone todo, absolutamente todo? Jesús nunca nos pide nada que no seamos capaces de hacer. El dejar nuestras redes es desapegarnos de todas esas cadenas que nos esclavizan, de todas esas ataduras que la modernidad nos ha dicho que debemos tener para ser felices. Simplemente Él nos pide congruencia con lo que decimos y con lo que hacemos. Y seguirlo es ir en su búsqueda, ya que es el Camino, la Verdad y la Vida (Jn 14, 6).
Jesús, en tanto Dios hecho hombre, cree en nosotros. Por eso, en un acto de amor, cree en nuestra palabra. Sígueme, nos dice y espera que nosotros dejemos todo y estemos con Él, como María, quien sentada a sus pies "abandonó" a su hermana Martha en el quehacer de la casa. "María eligió la mejor parte y no le será quitada" (Lc 10, 38-42).
Es un compromiso de amor y de amistad. Por nuestros amigos, somos capaces de hacer cualquier cosa. Creemos en ellos porque los amamos. Así es Jesús con nosotros: un amigo que no se separa de nuestro lado, por más que le demos la espalda; Él sabe esperar, Él sabe perdonar y reconoce nuestra fragilidad. En lugar de condenarnos por ella, nos abraza, nos besa y nos reconforta. Como el Padre amoroso, cuando su hijo regresa. Por eso murió por nosotros. No hay amor más grande que el dar la vida por sus semejantes.
Pero si es un compromiso, ¿a qué nos obliga? A casi nada, que es decir mucho. Simplemente a seguir los dos mandamientos que nos legó: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente y amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Mt 22, 37-40).
Amar al Señor, tu Dios, no es tenerle miedo. No es buscar la oscuridad para esconderse (Gen 3, 9-10) o atormentarse por las fallas que cometemos. Amarlo implica mirarlo de frente, reconocer su infinita omnipotencia y, humildemente, acudir a Él para decirle, como el hijo pródigo, "Padre, he pecado contra Dios y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo". El perdón vendrá de inmediato y habrá fiesta, pues uno de sus hijos, "estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado" (Lc 15, 11-32).
Amar al prójimo puede ser más difícil. Ya nos lo decía el propio Jesús que ningún mérito tiene amar a los que nos aman, pues cualquiera lo puede hacer. El mérito está en amar a nuestros enemigos (Mt 5, 43-48).
Si me digo seguidor de Cristo, si me digo su Apóstol, por estar bautizado, ¿cómo reacciono ante el llamado del Señor? Le contesto que ahorita estoy muy ocupado, que por favor regrese más tarde o que yo le llamo; o, por el contrario, como los primeros apóstoles, dejo todo y le sigo.
¿Realmente soy capaz de decirle, cuando me llama por mi nombre, "Dime Señor, que tu siervo escucha"? (1Sam 3, 10).
"¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!" (1 Cor 9, 16)
1.
Hay tres clases de hombres: los que observan las cosas que suceden; aquellos que piensan y reflexionan continuamente por qué suceden las cosas y, por último, aquellos que hacen que sucedan las cosas.
2. IDEAL/SUEÑO SUEÑO/IDEAL:
Cuando uno solo sueña, es sólo un sueño. Cuando son muchos los que sueñan, es el comienzo de la realidad.
(•LUTHER-KING)
3. MUNDO-NUEVO/CAMBIO: HAY QUE VENCER EL MIEDO AL CAMBIO.
Es preciso vencer el "miedo al cambio", y no dejarse intimidar por las amenazas de los dueños del dinero y rechazar las cobardes palabras de los compañeros que se asustan ante tales amenazas.
Debemos tener confianza en la fuerza del pueblo, confiar en que somos capaces de hacer un mañana mejor. Es preciso superar la falsa idea de que desagradamos a Dios si no aceptamos la sociedad actual, lo mismo que esa otra falsa idea de que Dios lo resolverá todo con tal de que tengamos confianza en él. Confiar en Dios significa reconocer que él está al frente de nosotros y que quiere que lleguemos a tener vida, y una "vida cada vez mejor"
(/Jn/10/10).
Es preciso hacer un mundo diferente. No sabemos bien aún cómo deberá ser. Pero desconfiamos del actual. Queremos un mundo en que los frutos del trabajo sean de todos. Un mundo en que se trabaje no para enriquecerse, sino para que todos tengan lo necesario para vivir. Queremos un mundo en que el dinero esté al
servicio de los hombres, y no los hombres al servicio del dinero. Queremos un mundo en el que todos puedan trabajar para todos, y no un mundo en el que cada cual se cuida solamente de lo suyo.
Por eso anhelamos un mundo en que haya un solo pueblo, sin esas divisiones de clase entre ricos y pobres. Un mundo en que todos hagan todo aquello que son capaces de hacer para el bien de todos.
Compromiso Apostólico (Actuar)
En este tema, el compromiso debe ir directamente dirigido a subrayar nuestra presencia en el mundo. Podemos comprometernos a buscar ocasiones para exponer la doctrina de la Iglesia en diversos temas, en el trabajo, con los familiares alejados, con los amigos. Un compromiso a largo plazo seria tomar parte activa en las asociaciones de padres de los colegios, de alumnos de las facultades o institutos, en los comités de empresa o sindicatos, en las organizaciones no gubernamentales, tratando siempre de "imbuir del espíritu evangélico" el lugar en el que Dios nos ha puesto, por muy contrario que parezca. Como compromiso de grupo, se podría organizar en la parroquia una representación o una exposición abiertas a todo el barrio, que dejaran traslucir el estilo de vida cristiano.
*El llamamiento de Jesús a evangelizar es claro y afecta a cada uno de sus discipulos: Mt 28, 16-20; Lc 9, 1-6; C 6, 7-13.
* Juan el Bautista es el primero que confiesa a Cristo: Jn 1, 29-34; Jn 3, 22-36; y no duda en ir al martirio por proclamar la verdad: Mt 14, 1-12.
* Jesús anuncia a sus discípulos las dificultades que tendrán a causa de su fe: Mt 10, 17-25.
* S. Pablo no se avergüenza de anunciar el Evangelio: Rom 1, 16-17; alaba al mensajero de la Buena Nueva: Rom 10, 14-15; aclara la verdadera misión de quien predica: 1 Cor 3, 5-17; 1 Cor 9, 15-23.
Jesucristo va más allá
Jesucrito, ayer, hoy y siempre. Esto no falla. El hombre desde los primeros tiempos en el Paraíso, se ha creido Dios, por eso pecó y continúa pecando. Nuestros primeros antepasados cuando tenían cualquier tipo de problemas acudían a Dios para que se le solucionasen sus problemas y todos los aspectos de su vida mejoraran.
Con el progreso de nuestros tiempos el hombre ha abandonado la oración y ha puesto toda sus esperanzas en la ciencia y en la tecnología. Ahora en esta era del post modernismo, el hombre está colocando todas sus esperanzas en las comunicaciones, en la Informática, en el Internet y ya más reciente en el clon, y así cada día saldrá algo nuevo que nos irá apartando cada vez más de nuestro Señor. El mundo debe darse cuenta que dios es Dios y Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre. Es la única verdad que nosotros los hombres tenemos en nuestras manos, pues las demás son verdades a media. Recordemos que Jesucristo es el tesoro más valioso que tenemos los creyentes y fomentemos esto a toda criatura.
Que su sí sea sí, y su no, no.Stgo 5, 12
J
esús nos llama a seguirlo. Nos llama a tomar nuestra cruz. Pero no nos llama de forma masiva, sino que nos llama de manera individual y por nuestro nombre. Tan es así que en Mc 1, 16-20, Él llega al Mar de Galilea y viendo a Simón y a su hermano Andrés y a los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, sólo les dice: "Síganme y yo los haré pescadores de hombres. Y de inmediato dejaron sus redes y le siguieron". Éste es el compromiso que Jesús nos pide: un compromiso de palabra, de confianza, de amistad, de amor.
¿Qué implica el dejar mis redes? ¿Es tan pesado el compromiso como para que abandone todo, absolutamente todo? Jesús nunca nos pide nada que no seamos capaces de hacer. El dejar nuestras redes es desapegarnos de todas esas cadenas que nos esclavizan, de todas esas ataduras que la modernidad nos ha dicho que debemos tener para ser felices. Simplemente Él nos pide congruencia con lo que decimos y con lo que hacemos. Y seguirlo es ir en su búsqueda, ya que es el Camino, la Verdad y la Vida (Jn 14, 6).
Jesús, en tanto Dios hecho hombre, cree en nosotros. Por eso, en un acto de amor, cree en nuestra palabra. Sígueme, nos dice y espera que nosotros dejemos todo y estemos con Él, como María, quien sentada a sus pies "abandonó" a su hermana Martha en el quehacer de la casa. "María eligió la mejor parte y no le será quitada" (Lc 10, 38-42).
Es un compromiso de amor y de amistad. Por nuestros amigos, somos capaces de hacer cualquier cosa. Creemos en ellos porque los amamos. Así es Jesús con nosotros: un amigo que no se separa de nuestro lado, por más que le demos la espalda; Él sabe esperar, Él sabe perdonar y reconoce nuestra fragilidad. En lugar de condenarnos por ella, nos abraza, nos besa y nos reconforta. Como el Padre amoroso, cuando su hijo regresa. Por eso murió por nosotros. No hay amor más grande que el dar la vida por sus semejantes.
Pero si es un compromiso, ¿a qué nos obliga? A casi nada, que es decir mucho. Simplemente a seguir los dos mandamientos que nos legó: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente y amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Mt 22, 37-40).
Amar al Señor, tu Dios, no es tenerle miedo. No es buscar la oscuridad para esconderse (Gen 3, 9-10) o atormentarse por las fallas que cometemos. Amarlo implica mirarlo de frente, reconocer su infinita omnipotencia y, humildemente, acudir a Él para decirle, como el hijo pródigo, "Padre, he pecado contra Dios y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo". El perdón vendrá de inmediato y habrá fiesta, pues uno de sus hijos, "estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado" (Lc 15, 11-32).
Amar al prójimo puede ser más difícil. Ya nos lo decía el propio Jesús que ningún mérito tiene amar a los que nos aman, pues cualquiera lo puede hacer. El mérito está en amar a nuestros enemigos (Mt 5, 43-48).
Si me digo seguidor de Cristo, si me digo su Apóstol, por estar bautizado, ¿cómo reacciono ante el llamado del Señor? Le contesto que ahorita estoy muy ocupado, que por favor regrese más tarde o que yo le llamo; o, por el contrario, como los primeros apóstoles, dejo todo y le sigo.
¿Realmente soy capaz de decirle, cuando me llama por mi nombre, "Dime Señor, que tu siervo escucha"? (1Sam 3, 10).
El Orden Sagrado (Sacerdocio)
SERVIDORES DE DIOS Y DE LOS HOMBRES
SACRAMENTO DEL ORDEN SAGRADO
ARTÍCULO 6 CATIC
EL SACRAMENTO DEL ORDEN
1536 El Orden es el sacramento gracias al cual la misión confiada por Cristo a sus Apóstoles sigue siendo ejercida en la Iglesia hasta el fin de los tiempos: es, pues, el sacramento del ministerio apostólico. Comprende tres grados: el episcopado, el presbiterado y el diaconado.
(Sobre la institución y la misión del ministerio apostólico por Cristo ya se ha tratado en la primera parte. Aquí sólo se trata de la realidad sacramental mediante la que se transmite este ministerio)
I El nombre de sacramento del Orden
1537 La palabra Orden designaba, en la antigüedad romana, cuerpos constituidos en sentido civil, sobre todo el cuerpo de los que gobiernan. Ordinatio designa la integración en un ordo. En la Iglesia hay cuerpos constituidos que la Tradición, no sin fundamentos en la Sagrada Escritura (cf Hb 5,6; 7,11; Sal 110,4), llama desde los tiempos antiguos con el nombre de taxeis (en griego), de ordines (en latín): así la liturgia habla del ordo episcoporum, del ordo presbyterorum, del ordo diaconorum. También reciben este nombre de ordo otros grupos: los catecúmenos, las vírgenes, los esposos, las viudas...
1538 La integración en uno de estos cuerpos de la Iglesia se hacía por un rito llamado ordinatio, acto religioso y litúrgico que era una consagración, una bendición o un sacramento. Hoy la palabra ordinatio está reservada al acto sacramental que incorpora al orden de los obispos, de los presbíteros y de los diáconos y que va más allá de una simple elección, designación, delegación o institución por la comunidad, pues confiere un don del Espíritu Santo que permite ejercer un "poder sagrado" (sacra potestas; cf LG 10) que sólo puede venir de Cristo, a través de su Iglesia. La ordenación también es llamada consecratio porque es un "poner a parte" y un "investir" por Cristo mismo para su Iglesia. La imposición de manos del obispo, con la oración consecratoria, constituye el signo visible de esta consagración.
1554 "El ministerio eclesiástico, instituido por Dios, está ejercido en diversos órdenes que ya desde antiguo reciben los nombres de obispos, presbíteros y diáconos" (LG 28). La doctrina católica, expresada en la liturgia, el magisterio y la práctica constante de la Iglesia, reconocen que existen dos grados de participación ministerial en el sacerdocio de Cristo: el episcopado y el presbiterado. El diaconado está destinado a ayudarles y a servirles. Por eso, el término "sacerdos" designa, en el uso actual, a los obispos y a los presbíteros, pero no a los diáconos. Sin embargo, la doctrina católica enseña que los grados de participación sacerdotal (episcopado y presbiterado) y el grado de servicio (diaconado) son los tres conferidos por un acto sacramental llamado "ordenación", es decir, por el sacramento del Orden:
Que todos reverencien a los diáconos como a Jesucristo, como también al obispo, que es imagen del Padre, y a los presbíteros como al senado de Dios y como a la asamblea de los apóstoles: sin ellos no se puede hablar de Iglesia (S. Ignacio de Antioquía, Trall. 3,1)
V El ministro de este sacramento
1575 Fue Cristo quien eligió a los apóstoles y les hizo partícipes de su misión y su autoridad. Elevado a la derecha del Padre, no abandona a su rebaño, sino que lo guarda por medio de los apóstoles bajo su constante protección y lo dirige también mediante estos mismos pastores que continúan hoy su obra (cf MR, Prefacio de Apóstoles). Por tanto, es Cristo "quien da" a unos el ser apóstoles, a otros pastores (cf. Ef 4,11). Sigue actuando por medio de los obispos (cf LG 21).
1576 Dado que el sacramento del Orden es el sacramento del ministerio apostólico, corresponde a los obispos, en cuanto sucesores de los apóstoles, transmitir "el don espiritual" (LG 21), "la semilla apostólica" (LG 20). Los obispos válidamente ordenados, es decir, que están en la línea de la sucesión apostólica, confieren válidamente los tres grados del sacramento del Orden (cf DS 794 y 802; CIC, can. 1012; CCEO, can. 744; 747).
VI Quién puede recibir este sacramento
1577 "Sólo el varón (vir) bautizado recibe válidamente la sagrada ordenación" (CIC, can 1024). El Señor Jesús eligió a hombres (viri) para formar el colegio de los doce apóstoles (cf Mc 3,14-19; Lc 6,12-16), y los apóstoles hicieron lo mismo cuando eligieron a sus colaboradores (1 Tm 3,1-13; 2 Tm 1,6; Tt 1,5-9) que les sucederían en su tarea (S.Clemente Romano Cor, 42,4; 44,3). El colegio de los obispos, con quienes los presbíteros están unidos en el sacerdocio, hace presente y actualiza hasta el retorno de Cristo el colegio de los Doce. La Iglesia se reconoce vinculada por esta decisión del Señor. Esta es la razón por la que las mujeres no reciben la ordenación (cf Juan Pablo II, MD 26-27; CDF decl. "Inter insigniores": AAs 69 [1977] 98-116).
1578 Nadie tiene derecho a recibir el sacramento del Orden. En efecto, nadie se arroga para sí mismo este oficio. Al sacramento se es llamado por Dios (cf Hb 5,4). Quien cree reconocer las señales de la llamada de Dios al ministerio ordenado, debe someter humildemente su deseo a la autoridad de la Iglesia a la que corresponde la responsabilidad y el derecho de llamar a recibir este sacramento. Como toda gracia, el sacramento sólo puede ser recibido como un don inmerecido.
1579 Todos los ministros ordenados de la Iglesia latina, exceptuados los diáconos permanentes, son ordinariamente elegidos entre hombres creyentes que viven como célibes y que tienen la voluntad de guardar el celibato "por el Reino de los cielos" (Mt 19,12). Llamados a consagrarse totalmente al Señor y a sus "cosas" (cf 1 Co 7,32), se entregan enteramente a Dios y a los hombres. El celibato es un signo de esta vida nueva al servicio de la cual es consagrado el ministro de la Iglesia; aceptado con un corazón alegre, anuncia de modo radiante el Reino de Dios (cf PO 16).
1580 En las Iglesias Orientales, desde hace siglos está en vigor una disciplina distinta: mientras los obispos son elegidos únicamente entre los célibes, hombres casados pueden ser ordenados diáconos y presbíteros. Esta práctica es considerada como legítima desde tiempos remotos; estos presbíteros ejercen un ministerio fructuoso en el seno de sus comunidades (cf PO 16). Por otra parte, el celibato de los presbíteros goza de gran honor en las Iglesias Orientales, y son numerosos los presbíteros que lo escogen libremente por el Reino de Dios. En Oriente como en Occidente, quien recibe el sacramento del Orden no puede contraer matrimonio.
SACRAMENTO DEL ORDEN SAGRADO
ARTÍCULO 6 CATIC
EL SACRAMENTO DEL ORDEN
1536 El Orden es el sacramento gracias al cual la misión confiada por Cristo a sus Apóstoles sigue siendo ejercida en la Iglesia hasta el fin de los tiempos: es, pues, el sacramento del ministerio apostólico. Comprende tres grados: el episcopado, el presbiterado y el diaconado.
(Sobre la institución y la misión del ministerio apostólico por Cristo ya se ha tratado en la primera parte. Aquí sólo se trata de la realidad sacramental mediante la que se transmite este ministerio)
I El nombre de sacramento del Orden
1537 La palabra Orden designaba, en la antigüedad romana, cuerpos constituidos en sentido civil, sobre todo el cuerpo de los que gobiernan. Ordinatio designa la integración en un ordo. En la Iglesia hay cuerpos constituidos que la Tradición, no sin fundamentos en la Sagrada Escritura (cf Hb 5,6; 7,11; Sal 110,4), llama desde los tiempos antiguos con el nombre de taxeis (en griego), de ordines (en latín): así la liturgia habla del ordo episcoporum, del ordo presbyterorum, del ordo diaconorum. También reciben este nombre de ordo otros grupos: los catecúmenos, las vírgenes, los esposos, las viudas...
1538 La integración en uno de estos cuerpos de la Iglesia se hacía por un rito llamado ordinatio, acto religioso y litúrgico que era una consagración, una bendición o un sacramento. Hoy la palabra ordinatio está reservada al acto sacramental que incorpora al orden de los obispos, de los presbíteros y de los diáconos y que va más allá de una simple elección, designación, delegación o institución por la comunidad, pues confiere un don del Espíritu Santo que permite ejercer un "poder sagrado" (sacra potestas; cf LG 10) que sólo puede venir de Cristo, a través de su Iglesia. La ordenación también es llamada consecratio porque es un "poner a parte" y un "investir" por Cristo mismo para su Iglesia. La imposición de manos del obispo, con la oración consecratoria, constituye el signo visible de esta consagración.
1554 "El ministerio eclesiástico, instituido por Dios, está ejercido en diversos órdenes que ya desde antiguo reciben los nombres de obispos, presbíteros y diáconos" (LG 28). La doctrina católica, expresada en la liturgia, el magisterio y la práctica constante de la Iglesia, reconocen que existen dos grados de participación ministerial en el sacerdocio de Cristo: el episcopado y el presbiterado. El diaconado está destinado a ayudarles y a servirles. Por eso, el término "sacerdos" designa, en el uso actual, a los obispos y a los presbíteros, pero no a los diáconos. Sin embargo, la doctrina católica enseña que los grados de participación sacerdotal (episcopado y presbiterado) y el grado de servicio (diaconado) son los tres conferidos por un acto sacramental llamado "ordenación", es decir, por el sacramento del Orden:
Que todos reverencien a los diáconos como a Jesucristo, como también al obispo, que es imagen del Padre, y a los presbíteros como al senado de Dios y como a la asamblea de los apóstoles: sin ellos no se puede hablar de Iglesia (S. Ignacio de Antioquía, Trall. 3,1)
V El ministro de este sacramento
1575 Fue Cristo quien eligió a los apóstoles y les hizo partícipes de su misión y su autoridad. Elevado a la derecha del Padre, no abandona a su rebaño, sino que lo guarda por medio de los apóstoles bajo su constante protección y lo dirige también mediante estos mismos pastores que continúan hoy su obra (cf MR, Prefacio de Apóstoles). Por tanto, es Cristo "quien da" a unos el ser apóstoles, a otros pastores (cf. Ef 4,11). Sigue actuando por medio de los obispos (cf LG 21).
1576 Dado que el sacramento del Orden es el sacramento del ministerio apostólico, corresponde a los obispos, en cuanto sucesores de los apóstoles, transmitir "el don espiritual" (LG 21), "la semilla apostólica" (LG 20). Los obispos válidamente ordenados, es decir, que están en la línea de la sucesión apostólica, confieren válidamente los tres grados del sacramento del Orden (cf DS 794 y 802; CIC, can. 1012; CCEO, can. 744; 747).
VI Quién puede recibir este sacramento
1577 "Sólo el varón (vir) bautizado recibe válidamente la sagrada ordenación" (CIC, can 1024). El Señor Jesús eligió a hombres (viri) para formar el colegio de los doce apóstoles (cf Mc 3,14-19; Lc 6,12-16), y los apóstoles hicieron lo mismo cuando eligieron a sus colaboradores (1 Tm 3,1-13; 2 Tm 1,6; Tt 1,5-9) que les sucederían en su tarea (S.Clemente Romano Cor, 42,4; 44,3). El colegio de los obispos, con quienes los presbíteros están unidos en el sacerdocio, hace presente y actualiza hasta el retorno de Cristo el colegio de los Doce. La Iglesia se reconoce vinculada por esta decisión del Señor. Esta es la razón por la que las mujeres no reciben la ordenación (cf Juan Pablo II, MD 26-27; CDF decl. "Inter insigniores": AAs 69 [1977] 98-116).
1578 Nadie tiene derecho a recibir el sacramento del Orden. En efecto, nadie se arroga para sí mismo este oficio. Al sacramento se es llamado por Dios (cf Hb 5,4). Quien cree reconocer las señales de la llamada de Dios al ministerio ordenado, debe someter humildemente su deseo a la autoridad de la Iglesia a la que corresponde la responsabilidad y el derecho de llamar a recibir este sacramento. Como toda gracia, el sacramento sólo puede ser recibido como un don inmerecido.
1579 Todos los ministros ordenados de la Iglesia latina, exceptuados los diáconos permanentes, son ordinariamente elegidos entre hombres creyentes que viven como célibes y que tienen la voluntad de guardar el celibato "por el Reino de los cielos" (Mt 19,12). Llamados a consagrarse totalmente al Señor y a sus "cosas" (cf 1 Co 7,32), se entregan enteramente a Dios y a los hombres. El celibato es un signo de esta vida nueva al servicio de la cual es consagrado el ministro de la Iglesia; aceptado con un corazón alegre, anuncia de modo radiante el Reino de Dios (cf PO 16).
1580 En las Iglesias Orientales, desde hace siglos está en vigor una disciplina distinta: mientras los obispos son elegidos únicamente entre los célibes, hombres casados pueden ser ordenados diáconos y presbíteros. Esta práctica es considerada como legítima desde tiempos remotos; estos presbíteros ejercen un ministerio fructuoso en el seno de sus comunidades (cf PO 16). Por otra parte, el celibato de los presbíteros goza de gran honor en las Iglesias Orientales, y son numerosos los presbíteros que lo escogen libremente por el Reino de Dios. En Oriente como en Occidente, quien recibe el sacramento del Orden no puede contraer matrimonio.
No levantarás falso testimonio ni mentirás
NO LEVANTARAS FALSO TESTIMONIO NI MENTIRÁS
• Antiguo Testamento: "No darás testimonio falso contra tu prójimo (Ex. 20,16)
• Nuevo Testamento: "Se dijo a los antepasados: No perjurarás, sino que cumplirás al Señor tus juramentos. (Mt. 5,33).
El octavo mandamiento prohíbe la mentira.
• Este precepto deriva de la vocación del pueblo santo a ser testigo de Dios, quien es verdad.
• La mentira: "decir falsedad con intención de engañar"
o Es hablar u obrar contra la verdad
o Es querer inducir al error
o Lesiona nuestros vínculos con Dios y con los hombres.
• Quien miente se separa de Dios, ya no nos parecemos a El.
o Rechaza el compromiso a la rectitud moral
o Comete una infidelidad y socavan las bases de la Alianza.
• El Señor denuncia en la mentira una obra diabólica: "Vuestro Padre es el diablo... porque no hay verdad en él; cuando dice la mentira, dice lo que le sale de dentro, porque es mentiroso y padre de la mentira" (Jn 8,44)
• El hombre busca naturalmente la verdad.
o Somos imagen de Dios quien es la Verdad.
• Todos buscamos la verdad para lo que creemos importante.
o Si preguntamos ¿que quieres que te diga verdad o mentira? Todos dicen "verdad"
El Antiguo Testamento:
Dios es fuente de toda verdad.
• Su Palabra es verdad Cf. Pr 8,7
• Su ley es verdad Sal 119,90 "Tu verdad de edad en edad"
• Solo Dios es perfecta verdad.
Nuevo Testamento
Pablo razona en Rm 3 que solo Dios es veraz, y solo por su gracia podemos nosotros
también ser veraces.
En Jesucristo la verdad de Dios se manifestó en plenitud
• "Lleno de gracia y de verdad" Jn 1,14.
• El es "la luz del mundo" Jn 8,12.
• "La verdad" Cf. Jn 14,6
Los discípulos deben ser veraces como el Maestro
• Seguir a Jesús es vivir del "Espíritu de verdad" Jn 14,17.
• Que el Padre envía en su nombre Cf. Jn 14,26.
• Que conduce "a la verdad completa" (Jn 16,13).
• Los discípulos de Cristo se han "revestido del Hombre Nuevo, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad" (Ef 4,25)
• Jesús: "Sea vuestro lenguaje: ´si, si´; ´no, no´ (Mt 5,37)
• Tenemos la obligación moral de buscar la verdad, sobre todo en cuanto a la religión y de vivir en la verdad cuando se encuentra.
Dar testimonio de la verdad CatIC 2471
• Ante Pilato, Cristo proclama que había "venido al mundo para dar testimonio de la verdad" (Jn 18,37).
• El cristiano también debe dar testimonio de la fe:
• transmitir la fe en palabra y obras
• Dar a conocer el fruto de la vida en el Espíritu con el uso de sus dones y con su cumplimiento de las obligaciones que se derivan del Evangelio, su sabiduría.
• 2 Cor 4,5-7 "No nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor, y a nosotros como siervos vuestros por Jesús. Pues el mismo Dios que dijo: De las tinieblas brille la luz, ha hecho brillar la luz en nuestros corazones, para irradiar el conocimiento de la gloria de Dios que está en la faz de Cristo. Pero llevamos este tesoro en recipientes de barro para que parezca que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no de nosotros."
• No debe "avergonzarse de dar testimonio del Señor" (2 Tm 1,8).
• Debe profesarla sin ambigüedad, como S. Pablo ante sus jueces.
• Guardar una "conciencia limpia ante Dios y ante los hombres" (Hch 24,16)
• El martirio es el testimonio supremo de la verdad de la fe. Está unido por la caridad a Cristo muerto y resucitado.
• Las actas de los mártires. La Iglesia recogió en ellas los recuerdos de los mártires. Son archivos de verdad en letras de sangre.
• San Policarpo "Te bendigo por haberme juzgado digno de este día y esta hora, digno de ser contado en el número de los mártires... Has cumplido tu promesa, Dios de la fidelidad y de la verdad. Por esta gracia y por todo te alabo, te bendigo, te glorifico por el eterno y celestial Sumo Sacerdote, Jesucristo, tu Hijo amado., Por El, que está contigo y con el Espíritu, te sea dada gloria ahora y en los siglos venideros. Amén."
La verdad es la virtud que consiste en mostrarse veraz en los propios actos y en decir la verdad en sus palabras, evitando la duplicidad, la simulación y la hipocresía.
Las ofensas a la verdad CatIC 2475
• El que cree en El no permanece en tinieblas Cf. Jn 12, 46
• 1 Jn 1,6 "Si decimos que estamos en comunión con él, y caminamos en tinieblas, mentimos y no obramos conforme a la verdad"
• El discípulo de Jesús, "permanece en su Palabra", para conocer la verdad que hace
libre" Cf. Jn 8,31-32. Y que santifica Cf. Jn 17,17.
• El cristiano debe "rechazar toda malicia y todo engaño, hipocresías, envidias y toda clase de maledicencias". (1P.2,1)
• Falso testimonio y perjurio. Una afirmación contraria a la verdad posee una gravedad particular cuando se hace públicamente.
• Si la falsedad se pronuncia ante un tribunal, es falso testimonio. Pr 19,9 "El testigo falso no quedará impune, el que profiere mentiras perecerá".
• Si se pronuncia bajo juramento, se trata de perjurio.
• Estas acciones comprometen gravemente el ejercicio de la justicia y la equidad de la sentencia pronunciada por los jueces.
El respeto de la reputación de las personas prohibe toda actitud o palabra que puedan causar daño injusto. Tipos de ofensa:
Juicio temerario: El que, incluso tácitamente, admite como verdadero, sin tener para ellos fundamento suficiente, un defecto moral del prójimo.
Maledicencia: El que, sin razón objetivamente válida, manifiesta los defectos y las faltas de otros a personas que lo ignoran. Eclesiástico 21, 28 "El murmurador mancha su propia alma, y es detestado por el vecindario."
Calumnia: El que, mediante falsedades, daña la reputación de otros y da ocasión a juicios falsos respecto a ellos.
Para evitar el juicio temerario, cada uno debe interpretar, en cuanto sea posible, en un sentido favorable los pensamientos, palabras y acciones de su prójimo
S. Ignacio de Loyola: "Todo buen cristiano ha de ser más pronto a salvar la proposición del prójimo, que a condenarla; y si no la puede salvar, inquirirá cómo la entiende, y si mal la entiende, corríjale con amor; y si no basta, busque todos los medios convenientes para que, bien entendiéndola, se salve."
La maledicencia y la calumnia destruyen la reputación y el honor del prójimo
Honor: El testimonio social dado a la dignidad humana.
• Cada uno posee un derecho natural al honor de su nombre, a su reputación y a su respeto.
• La maledicencia y la calumnia son contrarias a la justicia y la caridad
No alentar al mal
• Deben evitarse las palabras o actitudes que alientan y confirman a otro en la
malicia.
• Ya sea por halago (decir a otro lo que le es grato) o por adulación.
• Se cae en este pecado por buscar un interés: influencia, un servicio, una amistad, evitar un problema...
• La adulación es una falta grave si se hace cómplice de vicios o pecados graves.
• Jamás se justifica por la amistad. Mas bien, un amigo nos dice la verdad aunque cueste.
• S. Tomás Merton: "Seré siempre el fiel servidor del rey, pero primero Dios".
• La adulación es un pecado venial si solo desea hacerse grato, remediar una necesidad u obtener ventajas legítimas.
• ¿Por qué es en estos casos pecado? -Porque se trata de un lenguaje falso.
Artículo 08: EL OCTAVO MANDAMIENTO
2464 El octavo mandamiento prohíbe falsear la verdad en las relaciones con el prójimo. Este precepto moral se deriva de la vocación del pueblo santo a ser testigo de su Dios, que es y que quiere la verdad. Las ofensas a la verdad expresan, mediante palabras o actos, una negación a comprometerse en la rectitud moral: son infidelidades fundamentales frente a Dios y, en este sentido, socavan las bases de la Alianza.
I VIVIR EN LA VERDAD
2465 El Antiguo Testamento lo proclama: Dios es fuente de toda verdad. Su Palabra es verdad (cf Pr 8,7; 2 S 7,28). Su ley es verdad (cf Sal 119, 142). "Tu verdad, de edad en edad" (Sal 119,90; Lc 1,50). Porque Dios es el "Veraz" (Rm 3,4), los miembros de su Pueblo son llamados a vivir en la verdad (cf Sal 119,30).
2466 En Jesucristo la verdad de Dios se manifestó toda entera. "Lleno de gracia y de verdad" (Jn 1,14), él es la "luz del mundo" (Jn 8,12), la Verdad (cf Jn 14,6). El que cree en él, no permanece en las tinieblas (cf Jn 12,46). El discípulo de Jesús, "permanece en su palabra", para conocer "la verdad que hace libre" (cf Jn 8,31-32) y que santifica (cf Jn 17,17). Seguir a Jesús es vivir del "Espíritu de verdad" (Jn 14,17) que el Padre envía en su nombre (cf Jn 14,26) y que conduce "a la verdad completa" (Jn 16,13). Jesús enseña a sus discípulos el amor incondicional de la Verdad: "Sea vuestro lenguaje: `sí, sí'; `no, no'" (Mt 5,37).
2467 El hombre busca naturalmente la verdad. Está obligado a honrarla y testimoniarla: "Todos los hombres, conforme a su dignidad, por ser personas... se ven impulsados, por su misma naturaleza, a buscar la verdad y, además, tienen la obligación moral de hacerlo, sobre todo la verdad religiosa. Están obligados también a adherirse a la verdad conocida y a ordenar toda su vida según sus exigencias" (DH 2).
2468 La verdad como rectitud de la acción y de la palabra humana tiene por nombre veracidad, sinceridad o franqueza. La verdad o veracidad es la virtud que consiste en mostrarse verdadero en sus actos y en decir verdad en sus palabras, evitando la duplicidad, la simulación y la hipocresía.
2469 "Los hombres no podrían vivir juntos si no tuvieran confianza recíproca, es decir, si no se manifestasen la verdad" (S. Tomás de Aquino, s. th. 2-2, 109, 3 ad 1). La virtud de la veracidad da justamente al prójimo lo que le es debido; observa un justo medio entre lo que debe ser expresado y el secreto que debe ser guardado: implica la honradez y la discreción. En justicia, "un hombre debe honestamente a otro la manifestación de la verdad" (S. Tomás de Aquino, s.th. 2-2, 109,3).
2470 El discípulo de Cristo acepta "vivir en la verdad", es decir, en la simplicidad de una vida conforme al ejemplo del Señor y permaneciendo en su Verdad. "Si decimos que estamos en comunión con él, y caminamos en tinieblas, mentimos y no obramos conforme a la verdad" (1 Jn 1,6).
• Antiguo Testamento: "No darás testimonio falso contra tu prójimo (Ex. 20,16)
• Nuevo Testamento: "Se dijo a los antepasados: No perjurarás, sino que cumplirás al Señor tus juramentos. (Mt. 5,33).
El octavo mandamiento prohíbe la mentira.
• Este precepto deriva de la vocación del pueblo santo a ser testigo de Dios, quien es verdad.
• La mentira: "decir falsedad con intención de engañar"
o Es hablar u obrar contra la verdad
o Es querer inducir al error
o Lesiona nuestros vínculos con Dios y con los hombres.
• Quien miente se separa de Dios, ya no nos parecemos a El.
o Rechaza el compromiso a la rectitud moral
o Comete una infidelidad y socavan las bases de la Alianza.
• El Señor denuncia en la mentira una obra diabólica: "Vuestro Padre es el diablo... porque no hay verdad en él; cuando dice la mentira, dice lo que le sale de dentro, porque es mentiroso y padre de la mentira" (Jn 8,44)
• El hombre busca naturalmente la verdad.
o Somos imagen de Dios quien es la Verdad.
• Todos buscamos la verdad para lo que creemos importante.
o Si preguntamos ¿que quieres que te diga verdad o mentira? Todos dicen "verdad"
El Antiguo Testamento:
Dios es fuente de toda verdad.
• Su Palabra es verdad Cf. Pr 8,7
• Su ley es verdad Sal 119,90 "Tu verdad de edad en edad"
• Solo Dios es perfecta verdad.
Nuevo Testamento
Pablo razona en Rm 3 que solo Dios es veraz, y solo por su gracia podemos nosotros
también ser veraces.
En Jesucristo la verdad de Dios se manifestó en plenitud
• "Lleno de gracia y de verdad" Jn 1,14.
• El es "la luz del mundo" Jn 8,12.
• "La verdad" Cf. Jn 14,6
Los discípulos deben ser veraces como el Maestro
• Seguir a Jesús es vivir del "Espíritu de verdad" Jn 14,17.
• Que el Padre envía en su nombre Cf. Jn 14,26.
• Que conduce "a la verdad completa" (Jn 16,13).
• Los discípulos de Cristo se han "revestido del Hombre Nuevo, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad" (Ef 4,25)
• Jesús: "Sea vuestro lenguaje: ´si, si´; ´no, no´ (Mt 5,37)
• Tenemos la obligación moral de buscar la verdad, sobre todo en cuanto a la religión y de vivir en la verdad cuando se encuentra.
Dar testimonio de la verdad CatIC 2471
• Ante Pilato, Cristo proclama que había "venido al mundo para dar testimonio de la verdad" (Jn 18,37).
• El cristiano también debe dar testimonio de la fe:
• transmitir la fe en palabra y obras
• Dar a conocer el fruto de la vida en el Espíritu con el uso de sus dones y con su cumplimiento de las obligaciones que se derivan del Evangelio, su sabiduría.
• 2 Cor 4,5-7 "No nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor, y a nosotros como siervos vuestros por Jesús. Pues el mismo Dios que dijo: De las tinieblas brille la luz, ha hecho brillar la luz en nuestros corazones, para irradiar el conocimiento de la gloria de Dios que está en la faz de Cristo. Pero llevamos este tesoro en recipientes de barro para que parezca que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no de nosotros."
• No debe "avergonzarse de dar testimonio del Señor" (2 Tm 1,8).
• Debe profesarla sin ambigüedad, como S. Pablo ante sus jueces.
• Guardar una "conciencia limpia ante Dios y ante los hombres" (Hch 24,16)
• El martirio es el testimonio supremo de la verdad de la fe. Está unido por la caridad a Cristo muerto y resucitado.
• Las actas de los mártires. La Iglesia recogió en ellas los recuerdos de los mártires. Son archivos de verdad en letras de sangre.
• San Policarpo "Te bendigo por haberme juzgado digno de este día y esta hora, digno de ser contado en el número de los mártires... Has cumplido tu promesa, Dios de la fidelidad y de la verdad. Por esta gracia y por todo te alabo, te bendigo, te glorifico por el eterno y celestial Sumo Sacerdote, Jesucristo, tu Hijo amado., Por El, que está contigo y con el Espíritu, te sea dada gloria ahora y en los siglos venideros. Amén."
La verdad es la virtud que consiste en mostrarse veraz en los propios actos y en decir la verdad en sus palabras, evitando la duplicidad, la simulación y la hipocresía.
Las ofensas a la verdad CatIC 2475
• El que cree en El no permanece en tinieblas Cf. Jn 12, 46
• 1 Jn 1,6 "Si decimos que estamos en comunión con él, y caminamos en tinieblas, mentimos y no obramos conforme a la verdad"
• El discípulo de Jesús, "permanece en su Palabra", para conocer la verdad que hace
libre" Cf. Jn 8,31-32. Y que santifica Cf. Jn 17,17.
• El cristiano debe "rechazar toda malicia y todo engaño, hipocresías, envidias y toda clase de maledicencias". (1P.2,1)
• Falso testimonio y perjurio. Una afirmación contraria a la verdad posee una gravedad particular cuando se hace públicamente.
• Si la falsedad se pronuncia ante un tribunal, es falso testimonio. Pr 19,9 "El testigo falso no quedará impune, el que profiere mentiras perecerá".
• Si se pronuncia bajo juramento, se trata de perjurio.
• Estas acciones comprometen gravemente el ejercicio de la justicia y la equidad de la sentencia pronunciada por los jueces.
El respeto de la reputación de las personas prohibe toda actitud o palabra que puedan causar daño injusto. Tipos de ofensa:
Juicio temerario: El que, incluso tácitamente, admite como verdadero, sin tener para ellos fundamento suficiente, un defecto moral del prójimo.
Maledicencia: El que, sin razón objetivamente válida, manifiesta los defectos y las faltas de otros a personas que lo ignoran. Eclesiástico 21, 28 "El murmurador mancha su propia alma, y es detestado por el vecindario."
Calumnia: El que, mediante falsedades, daña la reputación de otros y da ocasión a juicios falsos respecto a ellos.
Para evitar el juicio temerario, cada uno debe interpretar, en cuanto sea posible, en un sentido favorable los pensamientos, palabras y acciones de su prójimo
S. Ignacio de Loyola: "Todo buen cristiano ha de ser más pronto a salvar la proposición del prójimo, que a condenarla; y si no la puede salvar, inquirirá cómo la entiende, y si mal la entiende, corríjale con amor; y si no basta, busque todos los medios convenientes para que, bien entendiéndola, se salve."
La maledicencia y la calumnia destruyen la reputación y el honor del prójimo
Honor: El testimonio social dado a la dignidad humana.
• Cada uno posee un derecho natural al honor de su nombre, a su reputación y a su respeto.
• La maledicencia y la calumnia son contrarias a la justicia y la caridad
No alentar al mal
• Deben evitarse las palabras o actitudes que alientan y confirman a otro en la
malicia.
• Ya sea por halago (decir a otro lo que le es grato) o por adulación.
• Se cae en este pecado por buscar un interés: influencia, un servicio, una amistad, evitar un problema...
• La adulación es una falta grave si se hace cómplice de vicios o pecados graves.
• Jamás se justifica por la amistad. Mas bien, un amigo nos dice la verdad aunque cueste.
• S. Tomás Merton: "Seré siempre el fiel servidor del rey, pero primero Dios".
• La adulación es un pecado venial si solo desea hacerse grato, remediar una necesidad u obtener ventajas legítimas.
• ¿Por qué es en estos casos pecado? -Porque se trata de un lenguaje falso.
Artículo 08: EL OCTAVO MANDAMIENTO
2464 El octavo mandamiento prohíbe falsear la verdad en las relaciones con el prójimo. Este precepto moral se deriva de la vocación del pueblo santo a ser testigo de su Dios, que es y que quiere la verdad. Las ofensas a la verdad expresan, mediante palabras o actos, una negación a comprometerse en la rectitud moral: son infidelidades fundamentales frente a Dios y, en este sentido, socavan las bases de la Alianza.
I VIVIR EN LA VERDAD
2465 El Antiguo Testamento lo proclama: Dios es fuente de toda verdad. Su Palabra es verdad (cf Pr 8,7; 2 S 7,28). Su ley es verdad (cf Sal 119, 142). "Tu verdad, de edad en edad" (Sal 119,90; Lc 1,50). Porque Dios es el "Veraz" (Rm 3,4), los miembros de su Pueblo son llamados a vivir en la verdad (cf Sal 119,30).
2466 En Jesucristo la verdad de Dios se manifestó toda entera. "Lleno de gracia y de verdad" (Jn 1,14), él es la "luz del mundo" (Jn 8,12), la Verdad (cf Jn 14,6). El que cree en él, no permanece en las tinieblas (cf Jn 12,46). El discípulo de Jesús, "permanece en su palabra", para conocer "la verdad que hace libre" (cf Jn 8,31-32) y que santifica (cf Jn 17,17). Seguir a Jesús es vivir del "Espíritu de verdad" (Jn 14,17) que el Padre envía en su nombre (cf Jn 14,26) y que conduce "a la verdad completa" (Jn 16,13). Jesús enseña a sus discípulos el amor incondicional de la Verdad: "Sea vuestro lenguaje: `sí, sí'; `no, no'" (Mt 5,37).
2467 El hombre busca naturalmente la verdad. Está obligado a honrarla y testimoniarla: "Todos los hombres, conforme a su dignidad, por ser personas... se ven impulsados, por su misma naturaleza, a buscar la verdad y, además, tienen la obligación moral de hacerlo, sobre todo la verdad religiosa. Están obligados también a adherirse a la verdad conocida y a ordenar toda su vida según sus exigencias" (DH 2).
2468 La verdad como rectitud de la acción y de la palabra humana tiene por nombre veracidad, sinceridad o franqueza. La verdad o veracidad es la virtud que consiste en mostrarse verdadero en sus actos y en decir verdad en sus palabras, evitando la duplicidad, la simulación y la hipocresía.
2469 "Los hombres no podrían vivir juntos si no tuvieran confianza recíproca, es decir, si no se manifestasen la verdad" (S. Tomás de Aquino, s. th. 2-2, 109, 3 ad 1). La virtud de la veracidad da justamente al prójimo lo que le es debido; observa un justo medio entre lo que debe ser expresado y el secreto que debe ser guardado: implica la honradez y la discreción. En justicia, "un hombre debe honestamente a otro la manifestación de la verdad" (S. Tomás de Aquino, s.th. 2-2, 109,3).
2470 El discípulo de Cristo acepta "vivir en la verdad", es decir, en la simplicidad de una vida conforme al ejemplo del Señor y permaneciendo en su Verdad. "Si decimos que estamos en comunión con él, y caminamos en tinieblas, mentimos y no obramos conforme a la verdad" (1 Jn 1,6).
Eligiendo cruces
Estos también es del tiempo viejo, cuando Dios se revelaba en sueños. O al menos la gente todavía acostumbraba a soñar con Dios. El hombre cargaba una buena estiba de años, sin haber llegado a viejo. Sentía en sus pierna el cansancio de los caminos, luego de haber andado toda la tarde bajo la fría llovizna, con el mono al hombre y bordeando las vías del ferrocarril hacía tiempo que se había largado a linyerear, abandonando, vaya a saber por qué, su familia, su pago y sus amigos. Un poco de amargura guardaba por dentro, y la había venido rumiando despacio como para acompañar la soledad.
Finalmente llegó mojado y aterido hasta la estación del ferrocarril, solitaria a la costa de aquello que hubiera querido ser un pueblito. No le costó conseguir permiso para pasar la noche al reparo de uno de los grandes galpones de cinc. Allí hizo un fueguito, y en un tarro que oficiaba de ollita recalentó el estofado que le habían dado al mediodía en la estancia donde pasara la mañana. Reconfortado por dentro, preparó su cama: un trozo de plástico negro como colchón que evitaba la humedad. Tal vez fuera la oración familiar la que lo hizo pensar en Dios. Y como no tenía otro a quien quejarse, se las agarró con el Todopoderosos reprochándole su mala suerte. A él tenían que tocarle todas. Pareciera que el mismo Dios se las había agarrado con él, cargándole todas las cruces del mundo. Todos los demás eran felices, a pesar de no ser tan buenos y decentes como él. Tenían sus camas, su familia, su casa, sus amigos. En cambio aquí lo tenía a él, como si fuera un animal, arrinconado en un galpón, mojado por la lluvia y medio muerto de hambre y de frío. Y con estos pensamientos se quedó dormido. En el sueño va y se le aparece Dios, que le dice:
-Vea, amigo. Yo ya estoy cansado de que los hombres se me anden quejando siempre. Parece que nadie está conforme con lo que yo le he destinado. Así que desde ahora le dejo a cada uno que elija la cruz que tendrá que llevar. Pero que después no me vengan con quejas. La que agarren tendrán que cargarla para el resto del viaje y sin protestar. Y como usted está aquí, será el primero a quien le doy la oportunidad de seleccionar la suya, vea, acabo de recorrer el mundo retirando todas las cruces de los hombres, y las he traído a este galpón grande. Levántese y elija la que le guste.
Sorprendido el hombre, mira y ve que efectivamente el galpón estaba que hervía de cruces, de todos los tamaños, pesos y formas. Era una barbaridad de cruces las que allí había: de fierro, de madera, de plástico, y de cuanta material uno pudiera imaginarse.
Miró primero para el lado que quedaban las más chiquitas. Pero le dio vergüenza pedir una tan pequeña. El era un hombre sano y fuerte. No era justo siendo el primero quedarse con una tan chica. Buscó entonces entre las grandes, pero se desanimó enseguida, porque se dio cuenta que o le daba el hombro para tanto. Fue entonces y se decidió por una tamaño medio: ni muy grande, ni tan chica. Pero resulta que entre éstas, las había sumamente pesadas de quebracho, y otras livianitas de cartón como para que jugaran los gurises. Le dio no sé qué elegir una de juguete, y tuvo miedo de corajear una de las pesadas. Se quedó a mitad de camino, y entre las medianas de tamaño prefirió una de peso regular. Faltaba con todo tomar aún otra decisión. Porque no todas las cruces tenían la misma terminación. Las había lisitas y parejas, como cepilladas a mano, lustrosas por el uso. Se acomodaban perfectamente al hombro y de seguro no habrían de sacar ampollas con el roce. En cambio había otras medio brutas, fabricadas a hacha y sin cuidado, llenas de rugosidades y nudos. Al menor movimiento podrían sacar heridas. Le hubiera gustado quedarse con la mejor que vio. Pero no le pareció correcto. Se decidió por fin y tomando de las medianas de tamaño, la que era regular de peso y de terminado, se dirigió a Tata Dios diciéndole que elegía para su vida aquella cruz.
Dios lo miró a los ojos, y muy en serio le preguntó si estaba seguro de que se quedaría conforme en el futuro con la elección que estaba haciendo. Que lo pensara bien, no fuera que más adelante se arrepintiera y le viniera de nuevo con quejas.
Pero el hombre se afirmó en lo hecho y garantizó que realmente lo había pensado muy bien, y que con aquella cruz no habría problemas, que era la justa para él, y que no pensaba retirar su decisión. Tata Dios casi riéndose le dijo:
-Ven, amigo. Le voy a decir una cosa. Esa cruz que usted eligió es justamente la que ha venido llevando hasta el presente. Si se fija bien, tiene sus iniciales y señas. Yo mismo se la he sacado esta noche y no me costó mucho traerla, porque ya estaba aquí. Así que de ahora en adelante cargue su cruz y sígame, y déjese de protestas, que yo sé bien lo que hago y lo que a cada uno le conviene para llegar mejor hasta mi casa. Y en ese momento el hombre se despertó, todo adolorido del hombre derecho por haber dormido incómodo sobre el duro piso del galpón. A veces se me ocurre pensar que si Dios nos mostrara las cruces que llevan los demás, y nos ofreciera cambiar la nuestra, cualquiera de ellas, muy pocos aceptaríamos la oferta. Nos seguiríamos quejando lo mismo, pero nos negaríamos a cambiarla. No lo haríamos, ni dormidos.
Finalmente llegó mojado y aterido hasta la estación del ferrocarril, solitaria a la costa de aquello que hubiera querido ser un pueblito. No le costó conseguir permiso para pasar la noche al reparo de uno de los grandes galpones de cinc. Allí hizo un fueguito, y en un tarro que oficiaba de ollita recalentó el estofado que le habían dado al mediodía en la estancia donde pasara la mañana. Reconfortado por dentro, preparó su cama: un trozo de plástico negro como colchón que evitaba la humedad. Tal vez fuera la oración familiar la que lo hizo pensar en Dios. Y como no tenía otro a quien quejarse, se las agarró con el Todopoderosos reprochándole su mala suerte. A él tenían que tocarle todas. Pareciera que el mismo Dios se las había agarrado con él, cargándole todas las cruces del mundo. Todos los demás eran felices, a pesar de no ser tan buenos y decentes como él. Tenían sus camas, su familia, su casa, sus amigos. En cambio aquí lo tenía a él, como si fuera un animal, arrinconado en un galpón, mojado por la lluvia y medio muerto de hambre y de frío. Y con estos pensamientos se quedó dormido. En el sueño va y se le aparece Dios, que le dice:
-Vea, amigo. Yo ya estoy cansado de que los hombres se me anden quejando siempre. Parece que nadie está conforme con lo que yo le he destinado. Así que desde ahora le dejo a cada uno que elija la cruz que tendrá que llevar. Pero que después no me vengan con quejas. La que agarren tendrán que cargarla para el resto del viaje y sin protestar. Y como usted está aquí, será el primero a quien le doy la oportunidad de seleccionar la suya, vea, acabo de recorrer el mundo retirando todas las cruces de los hombres, y las he traído a este galpón grande. Levántese y elija la que le guste.
Sorprendido el hombre, mira y ve que efectivamente el galpón estaba que hervía de cruces, de todos los tamaños, pesos y formas. Era una barbaridad de cruces las que allí había: de fierro, de madera, de plástico, y de cuanta material uno pudiera imaginarse.
Miró primero para el lado que quedaban las más chiquitas. Pero le dio vergüenza pedir una tan pequeña. El era un hombre sano y fuerte. No era justo siendo el primero quedarse con una tan chica. Buscó entonces entre las grandes, pero se desanimó enseguida, porque se dio cuenta que o le daba el hombro para tanto. Fue entonces y se decidió por una tamaño medio: ni muy grande, ni tan chica. Pero resulta que entre éstas, las había sumamente pesadas de quebracho, y otras livianitas de cartón como para que jugaran los gurises. Le dio no sé qué elegir una de juguete, y tuvo miedo de corajear una de las pesadas. Se quedó a mitad de camino, y entre las medianas de tamaño prefirió una de peso regular. Faltaba con todo tomar aún otra decisión. Porque no todas las cruces tenían la misma terminación. Las había lisitas y parejas, como cepilladas a mano, lustrosas por el uso. Se acomodaban perfectamente al hombro y de seguro no habrían de sacar ampollas con el roce. En cambio había otras medio brutas, fabricadas a hacha y sin cuidado, llenas de rugosidades y nudos. Al menor movimiento podrían sacar heridas. Le hubiera gustado quedarse con la mejor que vio. Pero no le pareció correcto. Se decidió por fin y tomando de las medianas de tamaño, la que era regular de peso y de terminado, se dirigió a Tata Dios diciéndole que elegía para su vida aquella cruz.
Dios lo miró a los ojos, y muy en serio le preguntó si estaba seguro de que se quedaría conforme en el futuro con la elección que estaba haciendo. Que lo pensara bien, no fuera que más adelante se arrepintiera y le viniera de nuevo con quejas.
Pero el hombre se afirmó en lo hecho y garantizó que realmente lo había pensado muy bien, y que con aquella cruz no habría problemas, que era la justa para él, y que no pensaba retirar su decisión. Tata Dios casi riéndose le dijo:
-Ven, amigo. Le voy a decir una cosa. Esa cruz que usted eligió es justamente la que ha venido llevando hasta el presente. Si se fija bien, tiene sus iniciales y señas. Yo mismo se la he sacado esta noche y no me costó mucho traerla, porque ya estaba aquí. Así que de ahora en adelante cargue su cruz y sígame, y déjese de protestas, que yo sé bien lo que hago y lo que a cada uno le conviene para llegar mejor hasta mi casa. Y en ese momento el hombre se despertó, todo adolorido del hombre derecho por haber dormido incómodo sobre el duro piso del galpón. A veces se me ocurre pensar que si Dios nos mostrara las cruces que llevan los demás, y nos ofreciera cambiar la nuestra, cualquiera de ellas, muy pocos aceptaríamos la oferta. Nos seguiríamos quejando lo mismo, pero nos negaríamos a cambiarla. No lo haríamos, ni dormidos.
La Vocación
La vocación (del latín: vocāre; llamar) es el deseo de emprender una carrera, profesión o cualquier otra actividad cuando todavía no se han adquirido todas las aptitudes o conocimientos necesarios.
Vocación cristiana
En la vocación de estado seglar
Existen también diferentes vocaciones como la de ser madre o padre de familia, o laico consagrado (soltero, soltera). La vocación seglar es la que prefiere la mayoría de los católicos, en la cual se forma comúnmente una familia. La familia es la célula de unidad más importante en el catolicismo.
Vocación religiosa
En la vocación religiosa se distinguen diferentes tipos:
• Entrada en la vida monástica (Monjes y Monjas, ejemplo Orden de San Benito)
• Vida de convento (Hermanos y Hermanas, ejemplo Orden de Predicadores)
• Vida eremita
Vocación sacerdotal
La vocación sacerdotal puede ser únicamente sacerdotal (sacerdotes diocesanos, Opus Dei), también puede ser religiosa misionera como sucede con los Franciscanos, marianistas, dominicos, jesuitas.
Vocación de las primeras comunidades cristianas
1.“PARTE DE SU MISMO MUNDO ”
Los primeros cristianos se consideraban parte constituyente de su mismo mundo: “lo que es el alma para el cuerpo, eso son los cristianos en el mundo” (Epístola a Diogneto) .
No se distinguían de los demás hombres de su tiempo, ni por su vestido, ni por sus insignias, ni por tener una ciudadanía diferente.
Cada uno de los primeros cristianos ocupaba un lugar en la estructura social de su tiempo, el mismo que tenía antes de convertirse. Si era esclavo no perdía su condición al hacerse cristiano aunque su vida adquiriese una dimensión sobrenatural. Esa actitud cristiana lleva a una apertura grande para asimilar los valores positivos, que existían en el paganismo. Así comentará S. Justino de los pensadores paganos: “cuanto, pues, de bueno está dicho en todos ellos, nos pertenece a nosotros los cristianos”. (cfr. Enciclopedia GER, Cristianos, Primeros II. Espiritualidad)
2.“La vida que llevan no tienen nada de extraño”
“Los cristianos no se diferencian ni por el país donde habitan, ni por la lengua que hablan, ni por el modo de vestir. No se aíslan en sus ciudades, ni emplean lenguajes particulares: la misma vida que llevan no tiene nada de extraño. Su doctrina no nace de disquisiciones de intelectuales ni tampoco siguen, como hacen tantos, un sistema filosófico, fruto del pensamiento humano. Viven en ciudades griegas o extranjeras, según los casos, y se adaptan a las tradiciones locales lo mismo en el vestir que en el comer, y dan testimonio en las cosas de cada día de una forma de vivir que, según el parecer de todos, tiene algo de extraordinario”. (vid. Autor desconocido, Siglo II-III, Carta a Diogneto)
3. Cumplen las leyes
“Yo honraré al emperador, pero no lo adoraré; rezaré, sin embargo, por él. Yo adoro al Dios verdadero y único por quien sé que el soberano fue hecho. Y entonces podrías preguntarme: ¿Y por qué, pues, no adoras al emperador? El emperador, por su naturaleza, debe ser honrado con legítima deferencia, no adorado. El no es Dios, sino un hombre al quien Dios ha puesto no para que sea adorado, sino para que ejerza la justicia en la tierra. El gobierno del Estado le ha sido confiado de algún modo por Dios. Y así como el emperador no puede tolerar que su título sea llevado por cuantos le están subordinados –nadie, en efecto, puede ser llamado emperador-, de la misma manera nadie puede ser adorado excepto Dios. El soberano por lo tanto debe ser honrado con sentimientos de reverencia; hay que prestarle obediencia y rezar por él. Así se cumple la voluntad de Dios”. (SAN TEÓFILO DE ANTIOQUÍA, Siglo II, Libros a Autólico)
4. VIVEN EN LA HONESTIDAD: Iguales que su contemporáneos
“Se nos acusa de ser improductivos en las varias formas de actividad. Pero ¿cómo se puede decir esto de hombres que viven con vosotros, que comen como vosotros, que visten los mismos trajes, que siguen el mismo género de vida y tienen las mismas necesidades de vida?
Nosotros acordamos dar gracias a Dios, Señor y creador, y no rehusamos ningún fruto de su obra. Usamos las cosas con moderación, no en forma descomedida o mala. Convivimos con vosotros y frecuentamos el foro, el mercado, los baños, las tiendas los talleres, los establos, participando en todas las actividades.
Navegamos también juntamente con vosotros, militamos en el ejército, cultivamos la tierra, ejercemos el comercio, permutamos las mercaderías y ponemos en venta, para uso vuestro, el fruto de nuestro trabajo. Yo sinceramente no entiendo cómo podemos parecer inútiles e improductivos para vuestros asuntos, cuando vivimos con vosotros y de vosotros.
Sí, hay gente que tiene motivo para quejarse de los cristianos, porque no puede comerciar con ellos: son los protectores de prostitutas, los rufianes y sus cómplices; les siguen los criminales, los envenenadores, los encantadores, los adivinos, los hechiceros, los astrólogos. ¡Es maravilloso ser improductivos para esta gente!... Y después, en las cárceles vosotros no encuentráis nunca a un cristiano, a no ser que esté ahí por motivos religiosos. Nosotros hemos aprendido de Dios a vivir en la honestidad”. (TERTULIANO, Siglo II-III, El Apologético)
Vocación cristiana
En la vocación de estado seglar
Existen también diferentes vocaciones como la de ser madre o padre de familia, o laico consagrado (soltero, soltera). La vocación seglar es la que prefiere la mayoría de los católicos, en la cual se forma comúnmente una familia. La familia es la célula de unidad más importante en el catolicismo.
Vocación religiosa
En la vocación religiosa se distinguen diferentes tipos:
• Entrada en la vida monástica (Monjes y Monjas, ejemplo Orden de San Benito)
• Vida de convento (Hermanos y Hermanas, ejemplo Orden de Predicadores)
• Vida eremita
Vocación sacerdotal
La vocación sacerdotal puede ser únicamente sacerdotal (sacerdotes diocesanos, Opus Dei), también puede ser religiosa misionera como sucede con los Franciscanos, marianistas, dominicos, jesuitas.
Vocación de las primeras comunidades cristianas
1.“PARTE DE SU MISMO MUNDO ”
Los primeros cristianos se consideraban parte constituyente de su mismo mundo: “lo que es el alma para el cuerpo, eso son los cristianos en el mundo” (Epístola a Diogneto) .
No se distinguían de los demás hombres de su tiempo, ni por su vestido, ni por sus insignias, ni por tener una ciudadanía diferente.
Cada uno de los primeros cristianos ocupaba un lugar en la estructura social de su tiempo, el mismo que tenía antes de convertirse. Si era esclavo no perdía su condición al hacerse cristiano aunque su vida adquiriese una dimensión sobrenatural. Esa actitud cristiana lleva a una apertura grande para asimilar los valores positivos, que existían en el paganismo. Así comentará S. Justino de los pensadores paganos: “cuanto, pues, de bueno está dicho en todos ellos, nos pertenece a nosotros los cristianos”. (cfr. Enciclopedia GER, Cristianos, Primeros II. Espiritualidad)
2.“La vida que llevan no tienen nada de extraño”
“Los cristianos no se diferencian ni por el país donde habitan, ni por la lengua que hablan, ni por el modo de vestir. No se aíslan en sus ciudades, ni emplean lenguajes particulares: la misma vida que llevan no tiene nada de extraño. Su doctrina no nace de disquisiciones de intelectuales ni tampoco siguen, como hacen tantos, un sistema filosófico, fruto del pensamiento humano. Viven en ciudades griegas o extranjeras, según los casos, y se adaptan a las tradiciones locales lo mismo en el vestir que en el comer, y dan testimonio en las cosas de cada día de una forma de vivir que, según el parecer de todos, tiene algo de extraordinario”. (vid. Autor desconocido, Siglo II-III, Carta a Diogneto)
3. Cumplen las leyes
“Yo honraré al emperador, pero no lo adoraré; rezaré, sin embargo, por él. Yo adoro al Dios verdadero y único por quien sé que el soberano fue hecho. Y entonces podrías preguntarme: ¿Y por qué, pues, no adoras al emperador? El emperador, por su naturaleza, debe ser honrado con legítima deferencia, no adorado. El no es Dios, sino un hombre al quien Dios ha puesto no para que sea adorado, sino para que ejerza la justicia en la tierra. El gobierno del Estado le ha sido confiado de algún modo por Dios. Y así como el emperador no puede tolerar que su título sea llevado por cuantos le están subordinados –nadie, en efecto, puede ser llamado emperador-, de la misma manera nadie puede ser adorado excepto Dios. El soberano por lo tanto debe ser honrado con sentimientos de reverencia; hay que prestarle obediencia y rezar por él. Así se cumple la voluntad de Dios”. (SAN TEÓFILO DE ANTIOQUÍA, Siglo II, Libros a Autólico)
4. VIVEN EN LA HONESTIDAD: Iguales que su contemporáneos
“Se nos acusa de ser improductivos en las varias formas de actividad. Pero ¿cómo se puede decir esto de hombres que viven con vosotros, que comen como vosotros, que visten los mismos trajes, que siguen el mismo género de vida y tienen las mismas necesidades de vida?
Nosotros acordamos dar gracias a Dios, Señor y creador, y no rehusamos ningún fruto de su obra. Usamos las cosas con moderación, no en forma descomedida o mala. Convivimos con vosotros y frecuentamos el foro, el mercado, los baños, las tiendas los talleres, los establos, participando en todas las actividades.
Navegamos también juntamente con vosotros, militamos en el ejército, cultivamos la tierra, ejercemos el comercio, permutamos las mercaderías y ponemos en venta, para uso vuestro, el fruto de nuestro trabajo. Yo sinceramente no entiendo cómo podemos parecer inútiles e improductivos para vuestros asuntos, cuando vivimos con vosotros y de vosotros.
Sí, hay gente que tiene motivo para quejarse de los cristianos, porque no puede comerciar con ellos: son los protectores de prostitutas, los rufianes y sus cómplices; les siguen los criminales, los envenenadores, los encantadores, los adivinos, los hechiceros, los astrólogos. ¡Es maravilloso ser improductivos para esta gente!... Y después, en las cárceles vosotros no encuentráis nunca a un cristiano, a no ser que esté ahí por motivos religiosos. Nosotros hemos aprendido de Dios a vivir en la honestidad”. (TERTULIANO, Siglo II-III, El Apologético)
DIOS CREO AL MUNDO PARA TODOS NOSOTROS
Gen 1, 26-29
La dignidad humana de ser imagen de Dios consiste en que estamos llamados a ser dueños de todo lo creado. Pero debemos CUIDAR lo que se nos entrega dios no hace DISTINCIONES. Todo lo creado es PROPIEDAD UNIVERSAL.
EXCESOS: poseer en forma desmedida
Robar lo que otro consiguió justamente
VER MENSAJE DE JUAN PABLO II EN BRASIL
Propiedad privada y BIEN COMÚN
Pago de impuestos: es una manera en que el propietario tributa a la sociedad que lo ha legitimado como dueño.
El capital se crea en base al trabajo.
Actividad empresarial ligada a la JUSTICIA SOCIAL, implica no buscar un desmedido afán de lucro, no llevar al engaño dando falsas opciones, no pagar salarios justos
TRABAJADORES: muchas veces se ataca su dignidad
EMPRESARIOS: continuadores de la obra creadora de Dios con sus nuevos emprendimientos, crean nuevos trabajos, etc
Destacar la función del empresario. Ver críticas injustas.
La empresa es una VERDADERA COMUNIDAD de trababajo, y todos tiene derecho a una justa participación de las ganancias que se generan.
SINDICATOS: verdadera función: promover el perfeccionamiento humano y defender sus legítimos derechos. Deben de gozar de LIBERTAD FRENTE AL ESTADO.
No deben ser partidos políticos.
La mejor defensa del trabajador es promover la capacitación profesional y moral del mismo.
Magisterio de la Iglesia
• Derecho a la propiedad privada: “debe estar subordinada al derecho común de todos a usar los bienes de la entera creación (LE 14)
• Subsidiaridad
• “Dios ha destinado la tierra y todo lo que ella contiene, para uso de los hombres y de todos los pueblos” Populorum Progressio – Pablo VI
• El derecho de propiedad no debe jamás ejercitarse con detrimento de la utilidad común.
• La propiedad privada no son sólo los bienes raices, también lo son todos los bienes materiales (sueldos, dietas, etc.)
• La economía esta al servicio del hombre (PP 22)
• Error del capitalismo: cuando el hombre es tratado como un instrumento y no como un verdadero fin de todo proceso productivo (JP II)
• No pensar sólo en el tener. La avaricia se opone al verdadero crecimiento y desarrollo y se cae en un subdesarrollo moral. Debemos asumir los valores superiores del amor, la amistad, la oración, la contemplación, que nos harán alcanzar el verdadero desarrollo
Laborem Excersens 17: Empresarios y 20: sindicatos
17. Empresario: «indirecto» y «directo»
En el concepto de empresario indirecto entran tanto las personas como las instituciones de diverso tipo, así como también los contratos colectivos de trabajo y los principios de comportamiento, establecidos por estas personas e instituciones, que determinan todo el sistema socio-económico o que derivan de él. El concepto de empresario indirecto implica así muchos y variados elementos. La responsabilidad del empresario indirecto es distinta de la del empresario directo, como lo indica la misma palabra: la responsabilidad es menos directa; pero sigue siendo verdadera responsabilidad: el empresario indirecto determina sustancialmente uno u otro aspecto de la relación de trabajo y condiciona de este modo el comportamiento del empresario directo cuando este último determina concretamente el contrato y las relaciones laborales. Esta constatación no tiene como finalidad la de eximir a este último de su propia responsabilidad sino únicamente la de llamar la atención sobre todo el entramado de condicionamientos que influyen en su comportamiento. Cuando se trata de determinar una política laboral correcta desde el punto de vista ético hay que tener presentes todos estos condicionamientos. Tal política es correcta cuando los derechos objetivos del hombre del trabajo son plenamente respetados.
El concepto de empresario indirecto se puede aplicar a toda sociedad y, en primer lugar, al Estado. En efecto, es el Estado el que debe realizar una política laboral justa. No obstante es sabido que, dentro del sistema actual de relaciones económicas en el mundo, se dan entre los Estados múltiples conexiones que tienen su expresión, por ejemplo, en los procesos de importación y exportación, es decir, en el intercambio recíproco de los bienes económicos, ya sean materias primas o a medio elaborar o bien productos industriales elaborados. Estas relaciones crean a su vez dependencias recíprocas y, consiguientemente, sería difícil hablar de plena autosuficiencia, es decir, de autarquía, por lo que se refiere a qualquier Estado, aunque sea el más poderoso en sentido económico.
Tal sistema de dependencias recíprocas, es normal en sí mismo; sin embargo, puede convertirse fácilmente en ocasión para diversas formas de explotación o de injusticia, y de este modo influir en la política laboral de los Estados y en última instancia sobre el trabajador que es el sujeto propio del trabajo. Por ejemplo, los Países altamente industrializados y, más aún, las empresas que dirigen a gran escala los medios de producción industrial (las llamadas sociedades multinacionales o transnacionales), ponen precios lo más alto posibles para sus productos, mientras procuran establecer precios lo más bajo posibles para las materias primas o a medio elaborar, lo cual entre otras causas tiene como resultado una desproporción cada vez mayor entre los réditos nacionales de los respectivos Países. La distancia entre la mayor parte de los Países ricos y los Países más pobres no disminuye ni se nivela, sino que aumenta cada vez más, obviamente en perjuicio de estos últimos. Es claro que esto no puede menos de influir sobre la política local y laboral, y sobre la situación del hombre del trabajo en las sociedades económicamente menos avanzadas. El empresario directo, inmerso en concreto en un sistema de condicionamientos, fija las condiciones laborales por debajo de las exigencias objetivas de los trabajadores, especialmente si quiere sacar beneficios lo más alto posibles de la empresa que él dirige (o de las empresas que dirige, cuando se trata de una situación de propiedad «socializada» de los medios de producción).
Este cuadro de dependencias, relativas al concepto de empresario indirecto —como puede fácilmente deducirse— es enormemente vasto y complicado. Para definirlo hay que tomar en consideración, en cierto sentido, el conjunto de elementos decisivos para la vida económica en la configuración de una determinada sociedad y Estado; pero, al mismo tiempo, han de tenerse también en cuenta conexiones y dependencias mucho más amplias. Sin embargo, la realización de los derechos del hombre del trabajo no puede estar condenada a constituir solamente un derivado de los sistemas económicos, los cuales, a escala más amplia o más restringida, se dejen guiar sobre todo por el criterio del máximo beneficio. Al contrario, es precisamente la consideración de los derechos objetivos del hombre del trabajo —de todo tipo de trabajador: manual, intelectual, industrial, agrícola, etc.— lo que debe constituir el criterio adecuado y fundamental para la formación de toda la economía, bien sea en la dimensión de toda sociedad y de todo Estado, bien sea en el conjunto de la política económica mundial, así como de los sistemas y relaciones internacionales que de ella derivan.
En esta dirección deberían ejercer su influencia todas lasOrganizaciones Internacionales llamadas a ello, comenzando por la Organización de las Naciones Unidas. Parece que la Organización Mundial del trabajo (OIT), la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y otras tienen que ofrecer aún nuevas aportaciones particularmente en este sentido. En el ámbito de los Estados existen ministerios o dicasterios del poder público y también diversos Organismos sociales instituidos para este fin. Todo esto indica eficazmente cuánta importancia tiene— como se ha dicho anteriormente —el empresario indirecto en la realización del pleno respeto de los derechos del hombre del trabajo, dado que los derechos de la persona humana constituyen el elemento clave de todo el orden moral social.
20. Importancia de los sindicatos
Sobre la base de todos estos derechos, junto con la necesidad de asegurarlos por parte de los mismos trabajadores, brota aún otro derecho, es decir, el derecho a asociarse; esto es, a formar asociaciones o uniones que tengan como finalidad la defensa de los intereses vitales de los hombres empleados en las diversas profesiones. Estas uniones llevan el nombre de sindicatos. Los intereses vitales de los hombres del trabajo son hasta un cierto punto comunes a todos; pero al mismo tiempo, todo tipo de trabajo, toda profesión posee un carácter específico que en estas organizaciones debería encontrar su propio reflejo particular.Los sindicatos tienen su origen, de algún modo, en las corporaciones artesanas medievales, en cuanto que estas organizaciones unían entre sí a hombres pertenecientes a la misma profesión y por consiguiente en base al trabajo que realizaban. Pero al mismo tiempo, los sindicatos se diferencian de las corporaciones en este punto esencial: los sindicatos modernos han crecido sobre la base de la lucha de los trabajadores, del mundo del trabajo y ante todo de los trabajadores industriales para la tutela de sus justos derechos frente a los empresarios y a los propietarios de los medios de producción. La defensa de los intereses existenciales de los trabajadores en todos los sectores, en que entran en juego sus derechos, constituye el cometido de los sindicatos. La experiencia histórica enseña que las organizaciones de este tipo son un elemento indispensable de la vida social, especialmente en las sociedades modernas industrializadas. Esto evidentemente no significa que solamente los trabajadores de la industria puedan instituir asociaciones de este tipo. Los representantes de cada profesión pueden servirse de ellas para asegurar sus respectivos derechos. Existen pues los sindicatos de los agricultores y de los trabajadores del sector intelectual, existen además las uniones de empresarios. Todos, como ya se ha dicho, se dividen en sucesivos grupos o subgrupos, según las particulares especializaciones profesionales.
La doctrina social católica no considera que los sindicatos constituyan únicamente el reflejo de la estructura de «clase» de la sociedad y que sean el exponente de la lucha de clase que gobierna inevitablemente la vida social. Sí, son un exponente de la lucha por la justicia social, por los justos derechos de los hombres del trabajo según las distintas profesiones. Sin embargo, esta «lucha» debe ser vista como una dedicación normal «en favor» del justo bien: en este caso, por el bien que corresponde a las necesidades y a los méritos de los hombres del trabajo asociados por profesiones; pero no es una lucha «contra» los demás. Si en las cuestiones controvertidas asume también un carácter de oposición a los demás, esto sucede en consideración del bien de la justicia social; y no por «la lucha» o por eliminar al adversario. El trabajo tiene como característica propia que, antes que nada, une a los hombres y en esto consiste su fuerza social: la fuerza de construir una comunidad. En definitiva, en esta comunidad deben unirse de algún modo tanto los que trabajan como los que disponen de los medios de producción o son sus propietarios. A la luz de esta fundamental estructura de todo trabajo —a la luz del hecho de que en definitiva en todo sistema social el «trabajo» y el «capital» son los componentes indispensables del proceso de producción— la unión de los hombres para asegurarse los derechos que les corresponden, nacida de la necesidad del trabajo, sigue siendo un factor constructivo de orden social y de solidaridad, del que no es posible prescindir.
Los justos esfuerzos por asegurar los derechos de los trabajadores, unidos por la misma profesión, deben tener siempre en cuenta las limitaciones que impone la situación económica general del país. Las exigencias sindicales no pueden transformarse en una especie de «egoísmo» de grupo o de clase, por más que puedan y deban tender también a corregir —con miras al bien común de toda la sociedad— incluso todo lo que es defectuoso en el sistema de propiedad de los medios de producción o en el modo de administrarlos o de disponer de ellos. La vida social y económico-social es ciertamente como un sistema de «vasos comunicantes», y a este sistema debe también adaptarse toda actividad social que tenga como finalidad salvaguardar los derechos de los grupos particulares.
En este sentido la actividad de los sindicatos entra indudablemente en el campo de la «política», entendida ésta como una prudente solicitud por el bien común. Pero al mismo tiempo, el cometido de los sindicatos no es «hacer política» en el sentido que se da hoy comúnmente a esta expresión. Los sindicatos no tienen carácter de «partidos políticos» que luchan por el poder y no deberían ni siquiera ser sometidos a las decisiones de los partidos políticos o tener vínculos demasiado estrechos con ellos. En efecto, en tal situación ellos pierden fácilmente el contacto con lo que es su cometido específico, que es el de asegurar los justos derechos de los hombres del trabajo en el marco del bien común de la sociedad entera y se convierten en cambio en un instrumento para otras finalidades.
Hablando de la tutela de los justos derechos de los hombres del trabajo, según sus profesiones, es necesario naturalmente tener siempre presente lo que decide acerca del carácter subjetivo del trabajo en toda profesión, pero al mismo tiempo, o antes que nada, lo que condiciona la dignidad propia del sujeto del trabajo. Se abren aquí múltiples posibilidades en la actuación de las organizaciones sindicales y esto incluso en su empeño de carácter instructivo, educativo y de promoción de la autoeducación. Es benemérita la labor de las escuelas, de las llamadas «universidades laborales» o «populares», de los programas y cursos de formación, que han desarrollado y siguen desarrollando precisamente este campo de actividad. Se debe siempre desear que, gracias a la obra de sus sindicatos, el trabajador pueda no solo «tener» más, sino ante todo «ser» más: es decir pueda realizar más plenamente su humanidad en todos los aspectos.
Actuando en favor de los justos derechos de sus miembros, los sindicatos se sirven también del método de la «huelga», es decir, del bloqueo del trabajo, como de una especie de ultimátum dirigido a los órganos competentes y sobre todo a los empresarios. Este es un método reconocido por la doctrina social católica como legítimo en las debidas condiciones y en los justos límites. En relación con esto los trabajadores deberían tener asegurado el derecho a la huelga, sin sufrir sanciones penales personales por participar en ella. Admitiendo que es un medio legítimo, se debe subrayar al mismo tiempo que la huelga sigue siendo, en cierto sentido, un medio extremo. No se puede abusar de él; no se puede abusar de él especialmente en función de los «juegos políticos». Por lo demás, no se puede jamás olvidar que cuando se trata de servicios esenciales para la convivencia civil, éstos han de asegurarse en todo caso mediante medidas legales apropiadas, si es necesario. El abuso de la huelga puede conducir a la paralización de toda la vida socio-económica, y esto es contrario a las exigencias del bien común de la sociedad, que corresponde también a la naturaleza bien entendida del trabajo mismo.
La dignidad humana de ser imagen de Dios consiste en que estamos llamados a ser dueños de todo lo creado. Pero debemos CUIDAR lo que se nos entrega dios no hace DISTINCIONES. Todo lo creado es PROPIEDAD UNIVERSAL.
EXCESOS: poseer en forma desmedida
Robar lo que otro consiguió justamente
VER MENSAJE DE JUAN PABLO II EN BRASIL
Propiedad privada y BIEN COMÚN
Pago de impuestos: es una manera en que el propietario tributa a la sociedad que lo ha legitimado como dueño.
El capital se crea en base al trabajo.
Actividad empresarial ligada a la JUSTICIA SOCIAL, implica no buscar un desmedido afán de lucro, no llevar al engaño dando falsas opciones, no pagar salarios justos
TRABAJADORES: muchas veces se ataca su dignidad
EMPRESARIOS: continuadores de la obra creadora de Dios con sus nuevos emprendimientos, crean nuevos trabajos, etc
Destacar la función del empresario. Ver críticas injustas.
La empresa es una VERDADERA COMUNIDAD de trababajo, y todos tiene derecho a una justa participación de las ganancias que se generan.
SINDICATOS: verdadera función: promover el perfeccionamiento humano y defender sus legítimos derechos. Deben de gozar de LIBERTAD FRENTE AL ESTADO.
No deben ser partidos políticos.
La mejor defensa del trabajador es promover la capacitación profesional y moral del mismo.
Magisterio de la Iglesia
• Derecho a la propiedad privada: “debe estar subordinada al derecho común de todos a usar los bienes de la entera creación (LE 14)
• Subsidiaridad
• “Dios ha destinado la tierra y todo lo que ella contiene, para uso de los hombres y de todos los pueblos” Populorum Progressio – Pablo VI
• El derecho de propiedad no debe jamás ejercitarse con detrimento de la utilidad común.
• La propiedad privada no son sólo los bienes raices, también lo son todos los bienes materiales (sueldos, dietas, etc.)
• La economía esta al servicio del hombre (PP 22)
• Error del capitalismo: cuando el hombre es tratado como un instrumento y no como un verdadero fin de todo proceso productivo (JP II)
• No pensar sólo en el tener. La avaricia se opone al verdadero crecimiento y desarrollo y se cae en un subdesarrollo moral. Debemos asumir los valores superiores del amor, la amistad, la oración, la contemplación, que nos harán alcanzar el verdadero desarrollo
Laborem Excersens 17: Empresarios y 20: sindicatos
17. Empresario: «indirecto» y «directo»
En el concepto de empresario indirecto entran tanto las personas como las instituciones de diverso tipo, así como también los contratos colectivos de trabajo y los principios de comportamiento, establecidos por estas personas e instituciones, que determinan todo el sistema socio-económico o que derivan de él. El concepto de empresario indirecto implica así muchos y variados elementos. La responsabilidad del empresario indirecto es distinta de la del empresario directo, como lo indica la misma palabra: la responsabilidad es menos directa; pero sigue siendo verdadera responsabilidad: el empresario indirecto determina sustancialmente uno u otro aspecto de la relación de trabajo y condiciona de este modo el comportamiento del empresario directo cuando este último determina concretamente el contrato y las relaciones laborales. Esta constatación no tiene como finalidad la de eximir a este último de su propia responsabilidad sino únicamente la de llamar la atención sobre todo el entramado de condicionamientos que influyen en su comportamiento. Cuando se trata de determinar una política laboral correcta desde el punto de vista ético hay que tener presentes todos estos condicionamientos. Tal política es correcta cuando los derechos objetivos del hombre del trabajo son plenamente respetados.
El concepto de empresario indirecto se puede aplicar a toda sociedad y, en primer lugar, al Estado. En efecto, es el Estado el que debe realizar una política laboral justa. No obstante es sabido que, dentro del sistema actual de relaciones económicas en el mundo, se dan entre los Estados múltiples conexiones que tienen su expresión, por ejemplo, en los procesos de importación y exportación, es decir, en el intercambio recíproco de los bienes económicos, ya sean materias primas o a medio elaborar o bien productos industriales elaborados. Estas relaciones crean a su vez dependencias recíprocas y, consiguientemente, sería difícil hablar de plena autosuficiencia, es decir, de autarquía, por lo que se refiere a qualquier Estado, aunque sea el más poderoso en sentido económico.
Tal sistema de dependencias recíprocas, es normal en sí mismo; sin embargo, puede convertirse fácilmente en ocasión para diversas formas de explotación o de injusticia, y de este modo influir en la política laboral de los Estados y en última instancia sobre el trabajador que es el sujeto propio del trabajo. Por ejemplo, los Países altamente industrializados y, más aún, las empresas que dirigen a gran escala los medios de producción industrial (las llamadas sociedades multinacionales o transnacionales), ponen precios lo más alto posibles para sus productos, mientras procuran establecer precios lo más bajo posibles para las materias primas o a medio elaborar, lo cual entre otras causas tiene como resultado una desproporción cada vez mayor entre los réditos nacionales de los respectivos Países. La distancia entre la mayor parte de los Países ricos y los Países más pobres no disminuye ni se nivela, sino que aumenta cada vez más, obviamente en perjuicio de estos últimos. Es claro que esto no puede menos de influir sobre la política local y laboral, y sobre la situación del hombre del trabajo en las sociedades económicamente menos avanzadas. El empresario directo, inmerso en concreto en un sistema de condicionamientos, fija las condiciones laborales por debajo de las exigencias objetivas de los trabajadores, especialmente si quiere sacar beneficios lo más alto posibles de la empresa que él dirige (o de las empresas que dirige, cuando se trata de una situación de propiedad «socializada» de los medios de producción).
Este cuadro de dependencias, relativas al concepto de empresario indirecto —como puede fácilmente deducirse— es enormemente vasto y complicado. Para definirlo hay que tomar en consideración, en cierto sentido, el conjunto de elementos decisivos para la vida económica en la configuración de una determinada sociedad y Estado; pero, al mismo tiempo, han de tenerse también en cuenta conexiones y dependencias mucho más amplias. Sin embargo, la realización de los derechos del hombre del trabajo no puede estar condenada a constituir solamente un derivado de los sistemas económicos, los cuales, a escala más amplia o más restringida, se dejen guiar sobre todo por el criterio del máximo beneficio. Al contrario, es precisamente la consideración de los derechos objetivos del hombre del trabajo —de todo tipo de trabajador: manual, intelectual, industrial, agrícola, etc.— lo que debe constituir el criterio adecuado y fundamental para la formación de toda la economía, bien sea en la dimensión de toda sociedad y de todo Estado, bien sea en el conjunto de la política económica mundial, así como de los sistemas y relaciones internacionales que de ella derivan.
En esta dirección deberían ejercer su influencia todas lasOrganizaciones Internacionales llamadas a ello, comenzando por la Organización de las Naciones Unidas. Parece que la Organización Mundial del trabajo (OIT), la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y otras tienen que ofrecer aún nuevas aportaciones particularmente en este sentido. En el ámbito de los Estados existen ministerios o dicasterios del poder público y también diversos Organismos sociales instituidos para este fin. Todo esto indica eficazmente cuánta importancia tiene— como se ha dicho anteriormente —el empresario indirecto en la realización del pleno respeto de los derechos del hombre del trabajo, dado que los derechos de la persona humana constituyen el elemento clave de todo el orden moral social.
20. Importancia de los sindicatos
Sobre la base de todos estos derechos, junto con la necesidad de asegurarlos por parte de los mismos trabajadores, brota aún otro derecho, es decir, el derecho a asociarse; esto es, a formar asociaciones o uniones que tengan como finalidad la defensa de los intereses vitales de los hombres empleados en las diversas profesiones. Estas uniones llevan el nombre de sindicatos. Los intereses vitales de los hombres del trabajo son hasta un cierto punto comunes a todos; pero al mismo tiempo, todo tipo de trabajo, toda profesión posee un carácter específico que en estas organizaciones debería encontrar su propio reflejo particular.Los sindicatos tienen su origen, de algún modo, en las corporaciones artesanas medievales, en cuanto que estas organizaciones unían entre sí a hombres pertenecientes a la misma profesión y por consiguiente en base al trabajo que realizaban. Pero al mismo tiempo, los sindicatos se diferencian de las corporaciones en este punto esencial: los sindicatos modernos han crecido sobre la base de la lucha de los trabajadores, del mundo del trabajo y ante todo de los trabajadores industriales para la tutela de sus justos derechos frente a los empresarios y a los propietarios de los medios de producción. La defensa de los intereses existenciales de los trabajadores en todos los sectores, en que entran en juego sus derechos, constituye el cometido de los sindicatos. La experiencia histórica enseña que las organizaciones de este tipo son un elemento indispensable de la vida social, especialmente en las sociedades modernas industrializadas. Esto evidentemente no significa que solamente los trabajadores de la industria puedan instituir asociaciones de este tipo. Los representantes de cada profesión pueden servirse de ellas para asegurar sus respectivos derechos. Existen pues los sindicatos de los agricultores y de los trabajadores del sector intelectual, existen además las uniones de empresarios. Todos, como ya se ha dicho, se dividen en sucesivos grupos o subgrupos, según las particulares especializaciones profesionales.
La doctrina social católica no considera que los sindicatos constituyan únicamente el reflejo de la estructura de «clase» de la sociedad y que sean el exponente de la lucha de clase que gobierna inevitablemente la vida social. Sí, son un exponente de la lucha por la justicia social, por los justos derechos de los hombres del trabajo según las distintas profesiones. Sin embargo, esta «lucha» debe ser vista como una dedicación normal «en favor» del justo bien: en este caso, por el bien que corresponde a las necesidades y a los méritos de los hombres del trabajo asociados por profesiones; pero no es una lucha «contra» los demás. Si en las cuestiones controvertidas asume también un carácter de oposición a los demás, esto sucede en consideración del bien de la justicia social; y no por «la lucha» o por eliminar al adversario. El trabajo tiene como característica propia que, antes que nada, une a los hombres y en esto consiste su fuerza social: la fuerza de construir una comunidad. En definitiva, en esta comunidad deben unirse de algún modo tanto los que trabajan como los que disponen de los medios de producción o son sus propietarios. A la luz de esta fundamental estructura de todo trabajo —a la luz del hecho de que en definitiva en todo sistema social el «trabajo» y el «capital» son los componentes indispensables del proceso de producción— la unión de los hombres para asegurarse los derechos que les corresponden, nacida de la necesidad del trabajo, sigue siendo un factor constructivo de orden social y de solidaridad, del que no es posible prescindir.
Los justos esfuerzos por asegurar los derechos de los trabajadores, unidos por la misma profesión, deben tener siempre en cuenta las limitaciones que impone la situación económica general del país. Las exigencias sindicales no pueden transformarse en una especie de «egoísmo» de grupo o de clase, por más que puedan y deban tender también a corregir —con miras al bien común de toda la sociedad— incluso todo lo que es defectuoso en el sistema de propiedad de los medios de producción o en el modo de administrarlos o de disponer de ellos. La vida social y económico-social es ciertamente como un sistema de «vasos comunicantes», y a este sistema debe también adaptarse toda actividad social que tenga como finalidad salvaguardar los derechos de los grupos particulares.
En este sentido la actividad de los sindicatos entra indudablemente en el campo de la «política», entendida ésta como una prudente solicitud por el bien común. Pero al mismo tiempo, el cometido de los sindicatos no es «hacer política» en el sentido que se da hoy comúnmente a esta expresión. Los sindicatos no tienen carácter de «partidos políticos» que luchan por el poder y no deberían ni siquiera ser sometidos a las decisiones de los partidos políticos o tener vínculos demasiado estrechos con ellos. En efecto, en tal situación ellos pierden fácilmente el contacto con lo que es su cometido específico, que es el de asegurar los justos derechos de los hombres del trabajo en el marco del bien común de la sociedad entera y se convierten en cambio en un instrumento para otras finalidades.
Hablando de la tutela de los justos derechos de los hombres del trabajo, según sus profesiones, es necesario naturalmente tener siempre presente lo que decide acerca del carácter subjetivo del trabajo en toda profesión, pero al mismo tiempo, o antes que nada, lo que condiciona la dignidad propia del sujeto del trabajo. Se abren aquí múltiples posibilidades en la actuación de las organizaciones sindicales y esto incluso en su empeño de carácter instructivo, educativo y de promoción de la autoeducación. Es benemérita la labor de las escuelas, de las llamadas «universidades laborales» o «populares», de los programas y cursos de formación, que han desarrollado y siguen desarrollando precisamente este campo de actividad. Se debe siempre desear que, gracias a la obra de sus sindicatos, el trabajador pueda no solo «tener» más, sino ante todo «ser» más: es decir pueda realizar más plenamente su humanidad en todos los aspectos.
Actuando en favor de los justos derechos de sus miembros, los sindicatos se sirven también del método de la «huelga», es decir, del bloqueo del trabajo, como de una especie de ultimátum dirigido a los órganos competentes y sobre todo a los empresarios. Este es un método reconocido por la doctrina social católica como legítimo en las debidas condiciones y en los justos límites. En relación con esto los trabajadores deberían tener asegurado el derecho a la huelga, sin sufrir sanciones penales personales por participar en ella. Admitiendo que es un medio legítimo, se debe subrayar al mismo tiempo que la huelga sigue siendo, en cierto sentido, un medio extremo. No se puede abusar de él; no se puede abusar de él especialmente en función de los «juegos políticos». Por lo demás, no se puede jamás olvidar que cuando se trata de servicios esenciales para la convivencia civil, éstos han de asegurarse en todo caso mediante medidas legales apropiadas, si es necesario. El abuso de la huelga puede conducir a la paralización de toda la vida socio-económica, y esto es contrario a las exigencias del bien común de la sociedad, que corresponde también a la naturaleza bien entendida del trabajo mismo.
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