MISIÓN DEL CRISTIANO.
"¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!" (1 Cor 9, 16)

1.
Hay tres clases de hombres: los que observan las cosas que suceden; aquellos que piensan y reflexionan continuamente por qué suceden las cosas y, por último, aquellos que hacen que sucedan las cosas.

2. IDEAL/SUEÑO SUEÑO/IDEAL:
Cuando uno solo sueña, es sólo un sueño. Cuando son muchos los que sueñan, es el comienzo de la realidad.
(•LUTHER-KING)

3. MUNDO-NUEVO/CAMBIO: HAY QUE VENCER EL MIEDO AL CAMBIO.
Es preciso vencer el "miedo al cambio", y no dejarse intimidar por las amenazas de los dueños del dinero y rechazar las cobardes palabras de los compañeros que se asustan ante tales amenazas.
Debemos tener confianza en la fuerza del pueblo, confiar en que somos capaces de hacer un mañana mejor. Es preciso superar la falsa idea de que desagradamos a Dios si no aceptamos la sociedad actual, lo mismo que esa otra falsa idea de que Dios lo resolverá todo con tal de que tengamos confianza en él. Confiar en Dios significa reconocer que él está al frente de nosotros y que quiere que lleguemos a tener vida, y una "vida cada vez mejor"
(/Jn/10/10).
Es preciso hacer un mundo diferente. No sabemos bien aún cómo deberá ser. Pero desconfiamos del actual. Queremos un mundo en que los frutos del trabajo sean de todos. Un mundo en que se trabaje no para enriquecerse, sino para que todos tengan lo necesario para vivir. Queremos un mundo en que el dinero esté al
servicio de los hombres, y no los hombres al servicio del dinero. Queremos un mundo en el que todos puedan trabajar para todos, y no un mundo en el que cada cual se cuida solamente de lo suyo.
Por eso anhelamos un mundo en que haya un solo pueblo, sin esas divisiones de clase entre ricos y pobres. Un mundo en que todos hagan todo aquello que son capaces de hacer para el bien de todos.

Compromiso Apostólico (Actuar)

En este tema, el compromiso debe ir directamente dirigido a subrayar nuestra presencia en el mundo. Podemos comprometernos a buscar ocasiones para exponer la doctrina de la Iglesia en diversos temas, en el trabajo, con los familiares alejados, con los amigos. Un compromiso a largo plazo seria tomar parte activa en las asociaciones de padres de los colegios, de alumnos de las facultades o institutos, en los comités de empresa o sindicatos, en las organizaciones no gubernamentales, tratando siempre de "imbuir del espíritu evangélico" el lugar en el que Dios nos ha puesto, por muy contrario que parezca. Como compromiso de grupo, se podría organizar en la parroquia una representación o una exposición abiertas a todo el barrio, que dejaran traslucir el estilo de vida cristiano.


*El llamamiento de Jesús a evangelizar es claro y afecta a cada uno de sus discipulos: Mt 28, 16-20; Lc 9, 1-6; C 6, 7-13.
* Juan el Bautista es el primero que confiesa a Cristo: Jn 1, 29-34; Jn 3, 22-36; y no duda en ir al martirio por proclamar la verdad: Mt 14, 1-12.
* Jesús anuncia a sus discípulos las dificultades que tendrán a causa de su fe: Mt 10, 17-25.
* S. Pablo no se avergüenza de anunciar el Evangelio: Rom 1, 16-17; alaba al mensajero de la Buena Nueva: Rom 10, 14-15; aclara la verdadera misión de quien predica: 1 Cor 3, 5-17; 1 Cor 9, 15-23.
Jesucristo va más allá
Jesucrito, ayer, hoy y siempre. Esto no falla. El hombre desde los primeros tiempos en el Paraíso, se ha creido Dios, por eso pecó y continúa pecando. Nuestros primeros antepasados cuando tenían cualquier tipo de problemas acudían a Dios para que se le solucionasen sus problemas y todos los aspectos de su vida mejoraran.
Con el progreso de nuestros tiempos el hombre ha abandonado la oración y ha puesto toda sus esperanzas en la ciencia y en la tecnología. Ahora en esta era del post modernismo, el hombre está colocando todas sus esperanzas en las comunicaciones, en la Informática, en el Internet y ya más reciente en el clon, y así cada día saldrá algo nuevo que nos irá apartando cada vez más de nuestro Señor. El mundo debe darse cuenta que dios es Dios y Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre. Es la única verdad que nosotros los hombres tenemos en nuestras manos, pues las demás son verdades a media. Recordemos que Jesucristo es el tesoro más valioso que tenemos los creyentes y fomentemos esto a toda criatura.


Que su sí sea sí, y su no, no.Stgo 5, 12
J
esús nos llama a seguirlo. Nos llama a tomar nuestra cruz. Pero no nos llama de forma masiva, sino que nos llama de manera individual y por nuestro nombre. Tan es así que en Mc 1, 16-20, Él llega al Mar de Galilea y viendo a Simón y a su hermano Andrés y a los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, sólo les dice: "Síganme y yo los haré pescadores de hombres. Y de inmediato dejaron sus redes y le siguieron". Éste es el compromiso que Jesús nos pide: un compromiso de palabra, de confianza, de amistad, de amor.
¿Qué implica el dejar mis redes? ¿Es tan pesado el compromiso como para que abandone todo, absolutamente todo? Jesús nunca nos pide nada que no seamos capaces de hacer. El dejar nuestras redes es desapegarnos de todas esas cadenas que nos esclavizan, de todas esas ataduras que la modernidad nos ha dicho que debemos tener para ser felices. Simplemente Él nos pide congruencia con lo que decimos y con lo que hacemos. Y seguirlo es ir en su búsqueda, ya que es el Camino, la Verdad y la Vida (Jn 14, 6).
Jesús, en tanto Dios hecho hombre, cree en nosotros. Por eso, en un acto de amor, cree en nuestra palabra. Sígueme, nos dice y espera que nosotros dejemos todo y estemos con Él, como María, quien sentada a sus pies "abandonó" a su hermana Martha en el quehacer de la casa. "María eligió la mejor parte y no le será quitada" (Lc 10, 38-42).
Es un compromiso de amor y de amistad. Por nuestros amigos, somos capaces de hacer cualquier cosa. Creemos en ellos porque los amamos. Así es Jesús con nosotros: un amigo que no se separa de nuestro lado, por más que le demos la espalda; Él sabe esperar, Él sabe perdonar y reconoce nuestra fragilidad. En lugar de condenarnos por ella, nos abraza, nos besa y nos reconforta. Como el Padre amoroso, cuando su hijo regresa. Por eso murió por nosotros. No hay amor más grande que el dar la vida por sus semejantes.
Pero si es un compromiso, ¿a qué nos obliga? A casi nada, que es decir mucho. Simplemente a seguir los dos mandamientos que nos legó: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente y amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Mt 22, 37-40).
Amar al Señor, tu Dios, no es tenerle miedo. No es buscar la oscuridad para esconderse (Gen 3, 9-10) o atormentarse por las fallas que cometemos. Amarlo implica mirarlo de frente, reconocer su infinita omnipotencia y, humildemente, acudir a Él para decirle, como el hijo pródigo, "Padre, he pecado contra Dios y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo". El perdón vendrá de inmediato y habrá fiesta, pues uno de sus hijos, "estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado" (Lc 15, 11-32).
Amar al prójimo puede ser más difícil. Ya nos lo decía el propio Jesús que ningún mérito tiene amar a los que nos aman, pues cualquiera lo puede hacer. El mérito está en amar a nuestros enemigos (Mt 5, 43-48).
Si me digo seguidor de Cristo, si me digo su Apóstol, por estar bautizado, ¿cómo reacciono ante el llamado del Señor? Le contesto que ahorita estoy muy ocupado, que por favor regrese más tarde o que yo le llamo; o, por el contrario, como los primeros apóstoles, dejo todo y le sigo.
¿Realmente soy capaz de decirle, cuando me llama por mi nombre, "Dime Señor, que tu siervo escucha"? (1Sam 3, 10).